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Sociedad

Robinson Crusoe vuelve a naufragar

El terremoto chileno ha alterado la vida de la población de esta isla de exuberante vegetación y de historias de piratas y tesoros escondidos

DAVID VALERA
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En memoria del marinero Alexander Selkirk, natural de Largo, en el condado de Fife, Escocia, quien vivió en esta isla en completa soledad cuatro años y cuatro meses'. Así reza la placa en honor al verdadero Robinson Crusoe. La solitaria insignia permanece escondida entre la frondosa vegetación montañosa, como si quisiera imitar al infeliz huésped que vagó por esas tierras y que fue rescatado hace 300 años. Su historia inspiró a Daniel Defoe para crear el personaje de su obra magna. Hoy, en la isla de 'Más a Tierra', archipiélago de Juan Fernández, los 650 herederos del náufrago más universal tratan de sobreponerse a la tragedia que en forma de tsunami ha dejado nueve muertos, entre ellos Miguel Marín, un joven turista español de 29 años natural de Alella (Barcelona), que se encontraba en la isla para estudiar la flora endémica. La tierra tembló con fiereza (8,8 grados en la escala Richter) y embraveció la mar con olas de hasta seis metros que barrieron en unos segundos parte del pueblo de San Juan Bautista, el único de la isla. El agua anegó casas y locales y destrozó 50 viviendas. A Marín, el oleaje le sorprendió durmiendo en una tienda de campaña junto con otros siete turistas. Ayer encontraron su cadáver.

Pero la magia que envuelve la isla apareció para mitigar la hecatombe. Martina, una niña de 12 años, escuchó la mañana del seísmo a su perro ladrar. Sobresaltada, se asomó a la calle y observó el errático movimiento de las barcas amarradas en el muelle. Extrañada, avisó a su padre que alertó a los vecinos con el repicar de la campana. La perspicacia de la joven salvó numerosas vidas.

La historia de la pequeña Martina se enmarca en un entorno acostumbrado a convivir con las novelas de aventuras. Pequeños retazos entre lo verídico y lo literario encuentran su nexo de unión en este archipiélago, situado a 600 kilómetros de la costa chilena y descubierto en 1574 por el navegante español Juan Fernández. De ahí su nombre. Paraje de tan extraordinaria belleza como salvaje y abrupta. Hogar inesperado e involuntario de Alexander Selkirk, marino con aires de pirata, abandonado a su suerte por sus compañeros de fechorías tras ciertas diferencias con su capitán William Dampier. Su gesta fue inmortalizada por Defoe. En honor a tan reputado huésped, la isla de 'Más a Tierra' fue rebautizada en 1966 con el nombre del náufrago literario y el islote de 'Más Afuera' con el del náufrago de carne y hueso. La diminuta Santa Clara culmina el trío que da sentido a tan impresionante hábitat.

Antes de ser golpeados por el terremoto, los isleños vivían en la tranquilidad y armonía de una comunidad alejada del mundanal ruido de las ciudades. «Cuando voy a la capital (Santiago de Chile) no sé manejarme», suele repetir Marcela Recabarren, una adorable mujer que disfruta de la compañía de su nieta en vacaciones y regenta un hostal, 'La posada del Pirata', para acoger a los turistas. Su ubicación, en un alto de la isla, le ha salvado de las consecuencias del terrible tsunami.

Existen dos formas de acercarse al archipiélago. En una avioneta que realiza un vuelo semanal previo pago de unos 600 euros, o en un barco de la Armada que trae material y provisiones varias veces al mes. Ahora, ese buque se ha convertido en la única esperanza de los isleños. El gobierno chileno ha enviado a la fragata 'Condell' para abastecer a los damnificados por el seísmo. El zumbido que emite el 'walkie talkie' acompaña a Marcela a todos lados: mientras hace el pan que luego distribuye en varios comercios, cuando prepara la comida o la cena, al salir a dar un paseo. «Por aquí me comunico con mi marido». En la isla no hay cobertura, por tanto, es la única forma de mantener una comunicación a distancia.

Límite de población

«Soy de los más veteranos de todo el país. Llevo cinco legislaturas», explica el alcalde, Leopoldo González, que acumula 20 años en el cargo y que estos días encara los momentos más difíciles de su vida política.

Como todos los isleños, guarda una curiosa historia: «Mi bisabuelo se refugió aquí tras incendiarse el barco en el que viajaba». Su biznieto cuenta emocionado su periplo y lo mucho que ha cambiado el pueblo. Antes del tsunami, el mayor miedo era el ascenso del turismo y la población porque podía amenazar la riqueza natural de la isla, cuyo Parque Nacional está considerado Reserva de la Biosfera. San Juan Bautista ha fijado en 1.500 el número máximo de vecinos. Más gente significaría la destrucción de un hábitat que el terremoto no ha degradado en exceso. El gran proyecto en cartera era un pequeño hospital, que deberá esperar para centrar los esfuerzos en la reconstrucción de las casas afectadas.

Otro de los reclamos turísticos de esta isla, que ahora más que nunca va a necesitar de los ingresos de los viajeros para superar el inesperado revés económico, son los lobos marinos. Omer, el encargado de mostrarlos a los visitantes, anima a la gente a bañarse con ellos. Existen unos 40.000 ejemplares de esta especie protegida, aunque no siempre fue así. Estuvieron a punto de desaparecer por la caza indiscriminada. Ahora se acercan nadando con sigilo y parsimonia hasta los botes. «Si dejáis la mano quieta en el agua, podréis tocarlos», explicaba Omer a un grupo de estudiantes de la Ruta Quetzal BBVA las pasadas navidades.

En aguas algo más profundas dos hombres manejan unas redes para 'recoger la trampa', es decir, atrapar la langosta. Es el marisco típico que no puede faltar en el menú de ningún isleño, junto a otros manjares como la vidriola, el salmón de roca o la breca, abundantes en aquellas latitudes.

Tierra de la adversidad

En el extremo oriental del pueblo, cerca del faro, se encuentra el diminuto cementerio. La irregular distribución de las cruces forma un pequeño laberinto donde sobresale una placa. Hace referencia a los fallecidos tras el hundimiento del 'Dresden', un barco militar alemán que combatió en la Primera Guerra Mundial. En 1915, en la bahía Cumberland ('tierra de la adversidad' en inglés) participó en su última batalla. Al verse sin escapatoria, los marineros alemanes hundieron el acorazado para que no fuese apresado por el enemigo inglés. El navío, si es que la fuerza del tsunami no lo ha desplazado, se encuentra a unos 60 metros de profundidad. Es uno de los secretos que guardan los fondos marinos. La gran luminosidad de sus aguas plagadas de coral negro atrae a muchos europeos amantes del submarinismo, otro negocio sobre el que tendrá que recuperarse esta formidable comunidad a la que la naturaleza le ha dado y le ha quitado tanto.