EL DIABLO ES DE SANTIAGO
Actualizado:Diego Carrasco exporta arte, pero del que no se enmarca. Es uno de esos flamencos acompasados, con voluntad de estilo, heterodoxo de todo, que antes caminaba por las calles del barrio de Santiago haciendo repique con los dedos, saludando a los viejos con una reverencia suave, y preguntando a las señoras en bata de guatiné por la salud de sus maridos. Cumplió no hace mucho 40 años de artisteo, cuatro décadas de bohemia fullera, militante, cultivada a golpe de fino y bulerías. Creció en la calle, masticó el mundillo calé en tascas añejas, peñas patriarcales y patios de vecinos. «Primero quise ser guitarrista», recuerda, «porque el maestro Rafael del Águila me dedicó su tiempo». Se hizo llamar Tate de Jerez, y acompañó a primeras figuras del momento como Tía Anica la Periñaca, o Fernando Terremoto. Luego puso música y matices al genio de Antonio Gades, colaboró con Manolo Sanlúcar en 'Tauromaquia' y trabajó con Camarón en 'Soy Gitano'. «Casi ná», presume, guiñando un ojo en plan truhán y esquinando la sonrisa. En 1984 a Carrasco le dio un yuyu y varió la norma: «Me eché al monte» a componer y a cantar. Ha grabado temas propios y producido algunos discos ejemplares. «Lo más puro que tiene el flamenco es que está vivo», predica, haciendo épica de la rebeldía. A ver si el tirón y la magia le duran, al menos, otros 40 tacos. Y que ustedes lo vean.