El baile de Marín es uno de los referentes del flamenco contemporáneo. :: LA VOZ
LA PREVIA

Andrés Marín: rojo pasión sobre las tablas

El bailaor se la juega con una pieza que ahonda en la búsqueda de nuevos caminos para el flamenco

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Andrés Marín es una extraña mezcla de bailaor y equilibrista. Practica peligrosas variaciones sobre el escenario. Sin red, sin barra, sin eje. Asume riesgos. Experimenta. En lo último que hizo, 'El cielo de tu boca', llegó a ilustrar, paso a paso, una melodía de campanas, tañidas por Llorenc Barber. Ahora se la juega otra vez. Quiere romper la baraja, pero con conocimiento de causa, agarrado a las raíces. Nada de heterodoxia gratuita. Nada de provocación estéril. Innova porque sabe y siente que el flamenco nunca ha podido estarse quieto. Y asume, a pesar de su juventud, que nunca nadie llegó a hacerse grande repitiendo clichés y coreografiando sobre tópicos y trivialidades.

Esta noche estrena en el Villamarta, y ayer, a pesar de que la lluvia le retrasó la puesta de largo, y de que una copa de agua rebelde acabó rota sobre la mesa, no parecía muy nervioso. En la rueda de prensa defendió lo suyo, pero sin bajarse a la arena ni entrar al trapo. «Bailar flamenco es muy difícil, porque la técnica es la técnica, pero el talento o se tiene o no se tiene; o se coge el pellizco o no se coge. No valen ni maquillajes, ni disimulos, ni distracciones».

Su nueva propuesta, 'La pasión, según se mire', se plantea como una exploración de las fuerzas que mueven el baile. Y Marín advierte: «Es contemporáneo». Tampoco es que pida perdón: «Se trata de un trabajo muy personal, pero le sobra respeto por los maestros, por el cante, y por mis fuentes artísticas primordiales». Por ejemplo, sus padres. O por el plantel de invitados: un trío de figuras en el que Concha Vargas, Lole Montoya y José el de la Tomasa le pone nombres a esas referencias clásicas «insustituibles».

Por lo demás, silencio premeditado sobre las claves del espectáculo. Se sabe, porque lo dijo, que musicalmente será distinto: hay un laúd árabe, un clarinete, una tuba y hasta una marimba. La presencia, durante la gestación de la pieza, de la creadora plástica Pilar Albarracín, adjunta a la dirección artística, también permite suponer que el orden de las ideas será poco convencional.

Un bailaor «jerolífico y atrevido», que ya ni siquiera cruza los dedos antes de subirse al trampolín.