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La Sección Octava de la Audiencia provincial acogió la primera sesión del juicio, en la que declararon los cinco procesados. :: CRISTÓBAL
Jerez

Los acusados reconocen que el Acobiomol era fabricado en un garaje

Acosta afirma que falseó su titulación para generar confianza y vender el tratamiento, mientras Andrades dice que se limitó a acompañarle

ALMUDENA DOÑA admontalvo@lavozdigital.es
JEREZ.Actualizado:

La primera sesión del juicio por el caso 'Acobiomol' no defraudó y dejó al descubierto toda una trama en la que parte de los procesados ganaron cantidades ingentes de dinero con la comercialización de un producto que se suponía que curaba enfermadades muy graves y cuyo resultados fueron, cuanto menos, discutibles.

Uno de los considerados artífices del 'invento', Juan Manuel Acosta, fue el primero en testificar para corroborar lo que se sospechaba: que no posee ningún título universitario pero que se hizo pasar por biólogo molecular para «ofrecer una seguridad»; que el producto se fabricaba en un garaje particular y que no fue sometido a ningún control médico ni de calidad.

Eso sí, quiso dejar claro que cuenta con un amplio currículum relacionado con esta área, compuesto fundamentalmente por ensayos y colaboraciones en el extranjero, aunque negó que hubiera sido propuesto al Premio Nobel, como así aseguran algunos que manifestó para aportar credibilidad a su negocio. «Yo no dije que curara el cáncer -subrayó-, hablé sólo sobre avances en medicina inteligente».

En este sentido, reconoció que el Neovit 3000 (uno de los nombres bajo el que se vendió la teoría del Acobiomol, relacionado con la curación de enfermedades) en algunos casos no funcionó, pero nunca conllevó empeoramiento del paciente. También precisó que ni él ni su socio, Luis Andrades, prescribían el producto ya que no era un medicamento, sino de un compuesto de elaboración propia.

Participación del resto

En lo que respecta a la participación del resto de los imputados, Acosta aseguró que Andrades estuvo presente siempre en la fabricación del producto y que los beneficios se repartían al 50%, a pesar de que la cuenta bancaria estaba únicamente a su nombre. En cuanto a los otros tres, acusados de complicidad en la presunta estafa, aseguró que Rocío Andrades no tuvo participación alguna en los hechos y que los dos médicos, Rafael Quintanilla y Emilio de la Rosa, se limitaron a seguir la evolución de los enfermos.

Andrades, por su parte, se afanó en destacar que él ejercía «labores de gestión», acompañando a Acosta y haciéndole de chófer, aunque apenas recibió beneficios y tampoco tenía trato con los pacientes. «Yo suscribía lo que Acosta decía -manifestó-, porque veía la mejoría y evolución de estas personas. Él trataba con los pacientes y yo muchas veces lo esperaba fuera tomando un café».

A pesar de que intentó desvincularse de toda responsabilidad, Andrades dejó claro su respeto y admiración por el supuesto artífice de la teoría del Acobiomol afirmando que él «creía en lo que hacía, la gente estaba contentísima y todo el que lo conoce sabe que es una eminencia, es un genio y todo el mundo lo trataba como Dios».

Eso sí, negó cualquier implicación en la elaboración del tratamiento, al igual que aseguró desconocer que el supuesto biólogo en realidad no era tal. Tanto Quintanilla como De la Rosa, sin embargo, se encargaron de desmontar su versión declarando que ambos participaban del entramado en la misma medida. Los médicos puntualizaron que ellos se iniciaron en el negocio sólo para seguir la evolución de algunos pacientes, pero que acabaron retirándose porque se sintieron «engañados».

En cuanto a su motivación para involucrarse en ello, argumentaron que los supuestos títulos de los dos cabecillas (Andrades es físico, aunque alguno declaró que se hacía pasar por químico), junto con lo inofensivo del producto, que era un complemento dietético, les transmitieron la confianza necesaria. De la Rosa, además, confirmó que algunos pacientes aún siguen consumiendo el producto, lo que induce a pensar que todavía se sigue comercializando.

Rocío Andrades, por su parte, intentó por todos los medios desvincularse del entramado, pero los doctores, en especial Quintanilla, le señalaron como la persona que ejercía labores propias de una enfermera o auxiliar, tales como coger cita o manejar los historiales de los enfermos. La vista continuará hoy con la comparecencia de una quincena de testigos, entre los que se encuentra el alcalde portuense, Enrique Moresco, cuya esposa fallecida también se sometió al tratamiento.