Del viento a la brisa y a la calma
El cante de Luis Moneo y de Carmen Grilo, junto a las guitarras de Moneo y Pimentel, hicieron sombra a la bailaoraLa gaditana Maria José Franco esquivó la frescura de su particular danza a cambio de no sembrar nada
JEREZ.Actualizado:María José Franco ha sufrido las consecuencias de un escenario que no le dejado expresarse. Mucho le ha costado llegar a conseguir subirse como primera figura al coliseo jerezano, para que no haya salido como esperaba. Imagino que una ilusión grande tendría. Pero no ha podido ser. Algunos de los elementos que ha introducido en la compañía ha conseguido salvar muchos de los pasajes que ha querido que conozcamos. Así, el cante ha sobresalido en las voces de Luis Moneo, que ha estado por encima del resto junto a Carmen Grilo que ha sabido superar con nota la tarea que se la había encomendado. El Pulga, no sé por qué pero ha cambiado su cante desde la última vez que lo escuché. Una extraña manía de querer alargar los tercios de los cantes ha oscurecido su voz, y lo ha anulado.
El guión de Franco estaba bien pensado. Cortes que a priori podían haber dado juego han ido decayendo en sobrios movimientos a lo largo de la noche. En el comienzo de la soleá por bulerías y arropado por los suyos ha desgranado el baile con fuerza, duradero en la retina y nos dejó con la esperanza de que íbamos a ver algo bueno. Pero el guión no consolidado acaeció.
Escuchando el comienzo de la guajira en las guitarras de Pedro Pimentel y Juan Manuel Moneo esperé un baile jovial, divertido. Pero no lo encontré. La verdad es que no encontré nada. Una aparición fugaz que termina con la bailaora sin zapatos y con el traje a medias. Una aparición que desaparece, valga la redundancia, antes de vislumbrar nada. Para asomarse con un abanico y contonearse con sabor a nada. Carmen Grilo, por contra en los tientos se desahogó para dejar a la bailaora danzar por tangos. Tampoco aquí acertó. Cortos en su argumento y faltos de personalidad.
Pero parece que el letargo sufrido se desvaneció con la soleá. Esta si es la artista que esperaba. Extrajo la materia prima que lleva dentro para entregársela al público, que enseguida se dio cuenta de que por ahí sí iba bien. Eché de menos más remates para arrancar al menos los aplausos del teatro, que por otro lado, al final, supusieron corresponder a la gaditana como mereció.
De nuevo fue el cante de trilla de Luis Moneo el que dio vida al espectáculo, seguido de un tímido cante del Pulga y de Grilo.
Oportunidad
La sospecha de que este escenario se le podía quedar grande se cumplió. Si ya la vimos en la Sala Compañía con su anterior argumento escénico, y cumplió comedidamente su función, los nervios o la responsabilidad que conlleva el dar el do de pecho de frente en Villamarta le jugaron una mala pasada. El culmen de la noche quiso que fuera un homenaje a Chano Lobato por alegrías. El traje escogido con adornos de 'vedette' a lo Norma Duval no cuadra de ninguna manera. Y la bata de cola tan pomposa y con tanto vuelo no la dejó moverse ni transmitir nada. Se notó la escuela de El Pipa en su baile, en sus giros, en los movimientos, pero nada.
Debería poner tierra de por medio y comenzar a ser ella misma, pues tablas tiene para erigirse en buena bailaora. La música fue otro de los elementos que merecen el aplauso. Dos músicos que acertaron con la propaganda musical.
En cualquier caso, no cabe duda que los artistas jóvenes como María José Franco merecen la oportunidad de brindar y mostrar al público lo que saben y aunque se les quede grande un sitio así, éste puede ser el comienzo de lo que supone dar pasos grandes en el mundo del baile flamenco. Un final emotivo con el cante por martinetes de Fernando Terremoto cerró el telón.