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Alberto Fujimori acompañó hasta el altar a su hija Sachi Marcela. :: EFE
Sociedad

De la celda al altar

La hija de Fujimori se casa en la cárcel donde su padre cumple condena para que pueda ejercer de padrino

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO
LIMA .Actualizado:

El sistema penitenciario peruano tiene sus ventajas. Lo comprobó en la tarde del sábado Alberto Fujimori. Como cualquier padre que se precie, el ex presidente del país andino cumplió el deseo de acompañar a su hija Sachi Marcela al altar y entregarla al novio, el alemán Marc Koenig. El problemilla del padre de la novia de vivir entre rejas después de ser condenado a 25 años de cárcel se superó pidiendo un permiso especial para que el casamiento se celebrara en la capilla de la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes). Por humanidad o por encabezar un clan rico y poderoso, el presidente Alan García se lo permitió.

No han faltado críticas a esta concesión. Y eso que los fujimoristas podrían reconquistar el poder de la mano de Keiko, la otra hija de 'El Chino' y candidata presidencial más aventajada para el 2011. Lo cierto es que el furor por esta familia de origen asiático sigue vigente. Tanto que un centenar de simpatizantes siguió de lejos la ceremonia nupcial. Desde los cerros aledaños, los seguidores gritaban y agitaban banderas peruanas y alemanas. ¡Qué gran fidelidad!

Blanca y radiante, y como manda la tradición con algo nuevo, algo viejo y algo usado, la novia llegó puntual hasta la 'lujosa' dependencia de Lima donde su progenitor, de 71 años, es el único ocupante desde el 2007. La familia directa llegó en coche. Ni siquiera faltó la madre de Sachi, Susana Higuchi, convertida desde su divorcio de Fujimori en rival política y personal. Pero como no hay cosa que unos padres no estén dispuestos a hacer por sus vástagos, enterraron el hacha de guerra para la ocasión e incluso salieron juntos en las fotos del álbum familiar.

Los 50 invitados a la ceremonia llegaron a la prisión en dos autobuses y pasaron directamente a la capilla. Tampoco es cosa de andar paseándose por una penitenciaría. Allí esperaron al cortejo nupcial. Una limusina blanca recorrió los escasos 500 metros que separan el reclusorio del oratorio. De traje azul marino y flores en la solapa, Fujimori bajó, ayudó a su hija y entraron al recinto del brazo.

Cien cocineros

Casi una hora después, los invitados se trasladaron al museo Larco Herrera. Allí comieron con otras 200 personas más, dicen que sólo amigos. Unos 100 cocineros y decoradores prepararon un gran bufet con platos de todo tipo pero especialmente de comida francesa, italiana y peruana. Alberto Fujimori se perdió el convite. El permiso sólo era para que dejara su cómoda celda. De todas formas, Sachi, de 30 años, estaba feliz. «Creo que ha sido lo justo. No era pedir mucho porque es dentro de la Diroes, no es que esté saliendo a algún lado».

Los invitados recibieron de regalo un pin con una pareja ataviada con el traje de la sierra peruana. Muy típico. Los novios confían en cumplir eso de «ser felices y comer perdices», aunque, eso sí, lejos de las tierras andinas. Prefieren el anonimato de Alemania.