LOS VAIVENES DEL TIEMPO
Actualizado:El pasado año cayó el Festival en primavera. Por esas cosas del cambio climático, o simplemente porque al tiempo le dio la gana, fue un febrero insólito y las guiris andaban por San Ginés en mangas de camisa, algo fatigadas de tanto trasnoche y tanta peña. Los foteros japoneses, que tiran siempre al plano medio, le cogieron el puntito a las macetas del patio, y salían las bailaoras muy peripuestas entre geranios florecidos, como si fueran la representación mitológica de la naturaleza. Para la temporada 2010 se lleva el paraguas austero, a tono con el temporal que se ha ido y aventurando el que viene. Mucho tres cuartos, mucho cuello vuelto, mucho gorrito 'popero' y mucha bufanda. Los nipones ajustan el foco para que el brillo de los charquitos en el suelo no les fastidie la estampa. El ánimo, por ahora, más que gris está flojo. Normal. Al Festival le pasa como a marzo, que tarda en calentarse. Todavía no ha desembarcado la mayor parte de la flota de eruditos, curiosos, postulantes, cursillistas, críticos y jartibles que le dan color al asunto. Desde el ancianito enciclopédico, hasta el corresponsal alemán del 'Flamenkoten Post'. Desde el estudioso sueco, a la juerguista de Nimes. El artisteo y su séquito, guardaespaldas aficionados aparte, va desperezándose en sus refugios de invierno y lo primero que perciben, al pisar Jerez, es el olor viejo y terroso de las botas de vino. Sí, a eso huele, de entrada, el Festival. A vino. Es de suponer que si algún desborde a destiempo no se lleva el quejío, el compás y el jaleo hasta las marismas de Doñana, vendrán días mejores. A María José Franco, que carga con el niño y los avíos, no le vendría mal que el cielo se abriera un poco. Se lo merece. Forma parte del ejército de currantes que, sin pico ni pala, le dedica un montón de horas a imaginarse en las tablas. A sudar las ideas. A ensayarlas en casa, robándole horas al crío. A ponerlas en pie, contra viento y marea, para que luego venga la tarde, se ponga tonta, amenace aguacero, y tanto empeño acabe bajando la calle, junto al bordillo. Ojalá esta noche salga un rato el sol, aunque sea sólo dentro del Villamarta.