Las caricias de la vida
Actualizado:Es una estampa plácida, doméstica y tierna... tomada en un gueto de Suráfrica. La pequeña Thina Gxotelwa, de seis años, acaricia al gato de la familia mientras su abuela, Thenjiwe Madzinga, baña en una tina a Sinelizwi, de siete. A sus 66 años, Thenjiwe se ve obligada a atender en su casa de El Cabo a cinco nietos, cuatro de ellos llegados a su hogar tras la muerte por sida de una de sus hijas. La situación no es nada excepcional en Suráfrica.
En el país que acogerá en verano la próxima Copa del Mundo de Fútbol viven 5,5 millones de personas infectadas de VIH sobre un total de 50 millones de habitantes, un porcentaje, el mayor del mundo, que da lugar a dramas sin cuento.
Cada día se contagian en Suráfrica 1.500 personas. Y no hay visos de que la propagación de la enfermedad tienda a disminuir: las promiscuas conductas de algunos dirigentes políticos, la negativa al empleo del preservativo por parte de los varones, el nulo acceso de la población infectada a los carísimos retrovirales, la carencia de políticas sanitarias y educativas hacen de Suráfrica un país amenazado en el plano humano y económico. Además, hace unas semanas, el gobierno decidió bloquear la entrega de retrovirales a los enfermos, incluidas las mujeres embarazadas. Los hospitales donde se atiende a los pacientes negros, herencia de la política del appartheid, son, en la mayoría de los casos, inmuebles ruinosos, dotados de medios insuficientes y donde los agonizantes son despojados de sus escasos bienes por bandas de merodeadores.