Las pupas de Altamira
Un informe del CSIC deja la puerta abierta a la reapertura de 'la capilla sixtina' del arte rupestre
Actualizado:Santillana es pueblo de linajes, pero hace ya tiempo que paseando por sus calles se ven más carteles de hoteles y bares que blasones. La ganadería, otrora principal sustento de la población, ha desaparecido casi por completo y hay que alejarse del centro del pueblo para recuperar el trajín de cencerros y mugidos que fue durante décadas la banda sonora de la localidad. «Todas las casas tenían su establo para las vacas en la parte baja, pero ya no queda casi ninguna y las bajeras son ahora tiendas y bares», retrata el jubilado José Luis Oreña, vecino del barrio de Herrán, a medio camino entre el núcleo urbano y la cueva de Altamira.
Acaparadora de galardones por su pintoresquismo y su incontestable belleza, Santillana fue una de las primeras localidades españolas que apostó decididamente por el turismo. Hoy ofrece más de 2.000 plazas hoteleras cuando el censo de su casco urbano apenas suma 1.100 habitantes. En la génesis de esa vocación tuvo mucho que ver el 'tirón' de la cueva de Altamira, 'la capilla sixtina' del arte rupestre, que en las décadas de los sesenta y los setenta hizo del municipio cántabro uno de los más visitados de España. «Hace cuarenta años las colas que se formaban llegaban casi hasta el pueblo, que está a unos dos kilómetros de la cueva», recuerda el también jubilado y vecino de Herrán Darío Ruiz Barreda, que desde aquella época no ha vuelto a ver semejantes multitudes en Santillana.
La memoria de Ruiz Barreda cuadra con los registros de los archivos. 1973 marcó todo un récord en Altamira con 173.000 visitas. Pero la presencia humana alteró las condiciones ambientales de la cueva y las pinturas empezaron a experimentar un deterioro acelerado. Los expertos dictaminaron que en apenas dos décadas de explotación turística indiscriminada los dibujos habían sufrido más daños que en los 14.000 años transcurridos desde su realización. Unas fotos publicadas en la fenecida revista 'Sábado Gráfico' dieron la voz de alarma y la noticia adquirió un eco sin precedentes. La polémica atravesó las fronteras y hasta las diatribas entre científicos eran portada en los periódicos de la época. Convertida en fenómeno mediático, Altamira recibía auténticas avalanchas de curiosos mientras los exámenes técnicos eran cada vez más alarmantes. La cueva se estaba muriendo literalmente de éxito y no quedó más remedio que clausurarla.
«Oscurantismo»
El primer cierre al público se produjo en 1979 y duró hasta 1982. En ese tiempo un equipo de la Universidad de Cantabria capitaneado por el catedrático de Física Eugenio Villar realizó el primer análisis en profundidad de la incidencia de la presencia humana en las pinturas. A resultas de aquel informe se decidió establecer un régimen de visitas restringidas. La supervivencia de los dibujos era viable, dictaminaron los científicos, siempre que por la cueva no pasasen más de 8.500 personas al año. Altamira volvió a abrir sus puertas, pero el fulgor de su estrella había empezado a apagarse.
La limitación de visitantes se mantuvo durante veinte años. A la par se puso en marcha un ambicioso proyecto para crear una réplica de la cueva que cristalizó en 2001 con la inauguración del Museo de Altamira, un edificio situado a unos cientos de metros de la boca de la gruta original. Lo que se dio en llamar la neocueva era ya una realidad y el Ministerio de Cultura, gestor de Altamira, decidió cerrar al público un año más tarde las pinturas originales con el argumento de que iban a ser sometidas a un estudio a cargo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Se abrió así una etapa que se prolonga hasta nuestros días y que se ha caracterizado por la controversia y la ausencia de información. Tamara González, que además de concejala de Santillana y diputada regional por el PP es también arqueóloga, critica abiertamente el «oscurantismo» de los últimos años. «Se dijo que el informe del CSIC sobre el microclima interior de la cueva iba a estar listo en un año, pero han pasado ocho y oficialmente todavía no se sabe nada; en todo el proceso hay una total falta de transparencia».
El estudio del CSIC salió recientemente a la luz de la mano de El Diario Montañés. El documento viene a decir que la cueva está en condiciones de soportar un régimen de visitas restringido, similar al que estuvo vigente antes del cierre de 2002. La divulgación del informe no ha gustado nada a la dirección de Altamira, que se ha negado en redondo a hacer cualquier comentario al respecto. Los repetidos intentos de V para hablar del estudio con algún responsable del museo han resultado infructuosos. «Hasta que no se debata el tema en el patronato de Altamira no se va a decir nada», se cierran desde el Ministerio de Cultura.
El siguiente paso es que el documento se someta a la consideración del patronato, un organismo en el que están presentes las tres administraciones implicadas: la central, la autonómica y la local. Lo lógico, dicen las diferentes fuentes consultadas, es que la parte política asuma el dictamen técnico y Altamira vuelva a abrir sus puertas al público, aunque sea en régimen de visitas restringidas. De momento, todas las instituciones cántabras se muestran a favor de reapertura. En Santillana, donde la crisis ha dado ya sus primeros mordiscos con el cierre de negocios vinculados al sector turístico, la noticia ha sido acogida como agua de mayo. Aunque la réplica de Altamira atrae (o simplemente van a verla porque están en Cantabria) una cifra considerable de visitantes al municipio -unos 250.000 al año-, son muchos los que creen que la reapertura al público de las pinturas originales daría un impulso a la comarca. «Es verdad que no habría mucho visitante en términos cuantitativos por las restricciones, pero desde el punto de vista de la imagen daríamos un gran paso adelante. Altamira volvería a estar en la cresta de la ola», desea Fernando Sánchez, director del hotel Santillana. Entre los habitantes de la localidad se percibe cierto malestar por la escasa proyección de la cueva. El responsable del hotel lamenta que los clientes se interesen más por destinos como Cabárceno o las cuevas del Soplao que por Altamira: «Antes tenía un renombre universal, pero hoy en día se ha convertido en un destino más porque no se hace apenas promoción».
Un vistazo a la oficina de turismo de Santillana corrobora esa impresión. Unos grandes paneles dan cuenta de las maravillas del Soplao, unas cuevas con unas espectaculares formaciones geológicas que se han situado en primera línea en las últimas campañas promocionales del Gobierno de Cantabria. Abundan también las referencias a Cabárceno o Picos de Europa mientras que la información sobre Altamira aparece en un discreto segundo plano. Stela Izquierdo, presidenta de Platetur, una plataforma que agrupa a hosteleros y comerciantes de Santillana, piensa también que no se ha sabido aprovechar el 'gancho' de este tesoro. «Tenemos una marca con proyección mundial y si la cueva se reabre habría que tener los reflejos suficientes para aprovecharlo».