Del debate, ni hablo
Han dejado de contemplar la política como lo que es: el único camino posible para arbitrar la convivencia en común
Actualizado: GuardarPensé escribir este artículo sobre el debate económico del miércoles, pero encontré varias objeciones: la primera es que se han escrito ya miles de columnas sobre el particular, muchas más de las que se han leído. Hay tanta gente escribiendo tanto que se quedan sin tiempo para leer: la vida pública se ha convertido en un griterío en el que todos tienen algo que decir, pero nadie tiene nada que escuchar (algo parecido sucedió en el Congreso). La razón fundamental del desequilibrio es que, como el periodista produce palabras, si calla no cobra. Con los años, acaba incapacitado para percibir la realidad, pues escuchar al otro no es más que dejarle existir, y como el hablador sólo se oye a sí mismo (algo parecido sucedió en el Congreso), acaba obviando al otro, distorsionando el mundo, trastornado y visitando al psicólogo, donde comprueba que es posible ganarse la vida escuchando.
El segundo motivo para eludir el debate lo constituye su transmisión a la sociedad. Participan en él más de una decena de oradores y al final los medios preguntan si ha ganado Zapatero o Rajoy. ¿Qué fue de los demás? Desaparecen sin explicación. Como invariablemente los votantes de uno y otro afirman que ha ganado el suyo, los españoles aparentan más 'hooliganismo' político que futbolístico. Un aplauso a contrapié, como el que la afición madridista brindó al Barcelona en el Bernabéu resulta impensable en política. Y Raúl, sí, fue muy maleducado cuando mandó callar al Nou Camp, pero Aznar, jo, jo, qué machote: reaparece con el dedo corazón enhiesto para mandar a sus detractores a la mierda.
Mi sospecha es que el fanatismo popular es sólo aparente, por el momento. Los 'hooligans' son los medios y no los ciudadanos que discuten amistosamente de política en los bares. Manuel Castells asegura que los medios no ejercen ya su influencia política emitiendo sus opiniones, sino que su extraordinario poder consiste en que ellos delimitan el terreno de lo político. Cuando en la misma semana se presenta un debate parlamentario como un combate de boxeo y se adereza la imagen chulesca de un ex presidente para convertirla en objeto de polémica, lo de menos es si ganó Zapatero o Rajoy, si hizo bien Aznar o no. Lo preocupante es que los representantes del 20% del electorado y las opiniones de un ex presidente carezcan de todo interés político para los medios. Lo terrorífico es que han llegado a convencerse de que sólo vende el conflicto, la agresión, la guerra. Y han dejado de contemplar la política como lo que es: el único camino posible para arbitrar la convivencia en común.