Hogares con firma
Actualizado:Nuestros bisabuelos se quedarían boquiabiertos si pudiesen ver algunas casas que se han construido en los últimos años. En pleno siglo XXI, la comodidad sigue siendo lo primordial... pero en espacios antes inimaginables y con diseños arquitectónicos que desafían la gravedad y otras leyes físicas. Eso sí, no hablamos de apartamentos de 30 metros cuadrados para mileuristas, sino de casas con denominación propia. Las viviendas más vanguardistas de los años 80 poco tienen que ver con las edificaciones de la primera década de este siglo, hogares espectaculares con un nuevo lenguaje arquitectónico que se da la mano con el entramado urbanístico de Tokio o con los rincones más remotos de Estados Unidos o Sudáfrica. Cualquier parecido con el pasado es una mera ilusión óptica.
Arquitectos consagrados como Shigeru Ban, John Pawson o Kengo Kuma y jóvenes promesas del diseño firman proyectos de viviendas en las que tampoco falta un espacio reservado para trabajar. «Son hogares con un impacto ecológico mínimo y un consumo energético reducido a largo plazo, con una difuminación de los límites entre lo construido y el entorno natural», detalla la especialista Emilia Terragni, editora de la obra 'Vivir en el nuevo milenio. Casas de comienzos del siglo XXI' (Phaidon). Cuatro ejemplos de su amplia selección sirven para adivinar por dónde pueden ir los tiros en el sector.
Junto a las verdes laderas del monte Rigi y en plena estación de esquí, los arquitectos Andreas Fuhrimann y Gabrielle Hächler dieron forma a un espléndido refugio para sus vacaciones de invierno. Con forma de cometa irregular, su segunda vivienda se sitúa al borde de una pendiente, lo que abre un abanico inmenso de posibilidades al diseño... y las vistas. Sólo dos plantas se alzan desde la terraza al aire libre con una panorámica privilegiada a la colosal cordillera. La tercera queda semiescondida en la ladera. Las cristaleras dominan casi la totalidad de la estructura, ya que los arquitectos apostaron por captar desde cualquier estancia las distintas perspectivas que ofrece el monte Rigi.
Su presencia roza lo fantasmagórico. Por el día se mimetiza por completo con el frondoso paisaje de la campiña irlandesa, gracias a su fachada recubierta de espejos inclinados. Por la noche alumbra el entorno gracias a su radiante luz interior. Un par de artistas habitan esta vivienda-estudio camuflada en pleno monte, donde dan rienda suelta a su creatividad. A priori sólo parece una planta, pero hay otra más soterrada. La principal, sin tabiques y pintada en blanco inmaculado, se configura como una gran estancia en la que comer, reunirse y crear sus obras a salvo de miradas curiosas. El tejado, para seguir en sintonía, es verde como la hierba... que crece sobre él, tapizándolo naturalmente.
Una parcela estrecha y alargada suele dejar poco margen a la creatividad. Sin embargo, en un suburbio de Porto Alegre, este estudio de arquitectura ha jugado con geometrías complejas y con paredes y techos colocados en ángulo para engañar al ojo y dar sensación de amplitud en sus apenas cinco metros de anchura. ¡Nada de un edificio recto con multitud de pisos! Junto al cuidado diseño exterior, la espectacularidad de esta vivienda reside en su planta baja, donde el inmenso salón está iluminado casi en exclusiva por el volumen transparente del fondo de la piscina. Este toque original da más profundidad y permite olvidarse de las estrecheces físicas. A falta de vistas al mar...
Jugando con los entrantes y salientes de un acantilado, esta vivienda domina el inmenso paisaje marino desde su espectacular atalaya. La iluminación natural se convirtió en una obsesión para el arquitecto, de ahí que la casa se llene de ventanales desde los que sobrevolar el mar en los dos niveles en los que gana terreno al inmenso Océano Pacífico. Mientras que la planta alta apuesta por formas geométricas rectas y una estancia amplia en torno a la cocina, la baja está protagonizada por semicírculos que generan amplios espacios para dormitorios, baños y áreas de servicio. El arquitecto también juega con los muros de contención para dar vida a distintas terrazas, que conforman una especie de jardín paisajístico en el que se esconde lo más pequeño de la casa: la piscina.