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CAMPO DE MINAS

Lunes, otra vez lunes

JAVIER VELA
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Si, de manera más o menos clandestina, el Carnaval consiguió vadear la oscuridad represora del franquismo durante más de diez años, si pudo con su mojigatería, su conservadurismo, su recelo, ¿cómo no iba a salvar un chaparrón?

El pasado lunes tuvo lugar un encuentro tan feliz como inesperado en una concurrida cafetería gaditana. Horas antes, y a causa de las inclemencias meteorológicas, se resolvía posponer el tradicional carrusel de coros hasta el segundo sábado de Carnaval, pero eso no ahuyentó a los más fieles. En la esquina de la calle Barrié con Javier de Burgos, el coro Los tangueros y la ilegal Una puesta de largo por dos de ancho, entre otras tantas agrupaciones, abarrotaban el recoleto K'Serón del 3x4 como para tomarle el pulso a la tarde; muy cerca de allí, frente al Bar Andalucía, El clan de los MacCocas seguía voceando tangos y cuplés bajo un manto de plástico mojado, y ya a pie de calle, unos trajeados 'Jigolós' («si él no cumple, aquí estoy yo») encendían de deseo a las féminas gaditanas.

Entonces vino el agua. De buenas a primeras, un grupo de personas se arracimó espontáneamente en el interior del antiguo Tostadero para guarecerse de la lluvia y el frío. Allí descansaban los componentes de varias agrupaciones carnavalescas a la espera de que el temporal amainara para actuar en la plaza del Palillero (cosa que no ocurrió), y humedecer de paso la garganta. Nada auguraba, sin embargo, que una indeliberada corriente de entusiasmo fuese embargando el ánimo de los allí presentes hasta teñir la atmósfera de un aire a gallinero. Poco tardaron las agrupaciones en demarcar un improvisado escenario, abriéndose hueco entre sillas y veladores, y, en cuestión de minutos, el espacio quedó transfigurado en un vivo teatro, un teatro sin telón, sin bambalinas, ropajes ni oropeles, pero preñado en cambio de humanidad y música y alzado a la medida de su público. Dos grupos se impusieron: Los santos junto a Las arrepentidas, en una suerte de diálogo carnavalesco que, coronado por un sentido homenaje al Charlot de Los Beatles de Cádiz interpretado por Paco Trujillo 'Catalán' (que a la sazón se hallaba tras la barra de la cafetería), dejó sobradamente satisfechos a propios y extraños, dando muestras de la infinita capacidad metamórfica de la fiesta gaditana, así como de la abnegación no menos admirable de sus aficionados, que lograron convertir una tarde de lluvia, más bien olvidadiza y huraña, en una tarde digna de recuerdo.