Opinion

Ciclo agotado

En el PP se percibe que la crisis económica como palanca para mover los sondeos ha suministrado todo el juego posible

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Antes de que el debate sobre la crisis hubiera salpicado los telediarios con un surtido de imágenes que insinuaban un borroso empate técnico, Pedro Arriola ya cocinaba por indicación de la superioridad los ingredientes del segundo ciclo en la oposición del Partido Popular. El sociólogo de cabecera de Mariano Rajoy tiene teorizado que la crisis económica como palanca para mover los sondeos de opinión ha suministrado todo el juego posible. Las encuestas ya conceden una intención de voto al Partido Popular que supera en cinco puntos de media al PSOE. La modulación del discurso y las nuevas caras en la foto de familia han rebajado los índices de rechazo al partido refundado por Aznar. El aterrizaje forzoso de Alicia Sánchez Camacho parece haber detenido la sangría en Cataluña al tiempo que Javier Arenas, el eterno aspirante al trono de Manuel Chaves, recorta a toda máquina la diferencia que le ha condenado a la oposición en Andalucía. Y, lo más productivo electoralmente hablando, es que se ha instalado en la opinión política, incluida una parte del voto socialista, la convicción de la inanidad de Rodríguez Zapatero y su Gobierno para hacer frente a la crisis económica. Pero no es suficiente con tantos meses incógnitos hasta la cita electoral. Porque existen aún grandes caladeros de votantes refractarios al PP y el miedo al veneno del rechazo en Cataluña tiene paralizada a la organización mientras las banderas de Convergencia i Unió ondean al viento descontando la victoria y el astuto Durán Lleida se afana al quehacer de bombero-pirómano con el Gobierno de Madrid.

Tampoco la valoración demoscópica ha sido benévola con el liderazgo esponjoso de Mariano Rajoy y todo apunta a que la ingeniería estética y sintética en la que bregan los asesores probando tintes, afeitados, americanas, baños de pequeñas multitudes y cien preguntas para usted no le cundirán mas que unas pocas décimas en las oposiciones a líder que computan los cocineros del CIS. El problema es otro. Hay que reforzar el discurso programático alternativo. Hay que añadir más ingredientes al adobo que debe macerar la derrota de ZP y convertir en un vía crucis su camino de las catalanas a las municipales y autonómicas hasta llegar a la gran noche de las generales. Arriola tiene faena y su posición en el entorno de Rajoy, amenazada por la corriente contraria que periódicamente fluye por la malla del partido, a día de hoy, es sólida. Pero tiene poco margen para convencer a la organización conservadora de que es preciso neutralizar el discurso machacón pero eficaz que les caricaturiza como buitres esperando la descomposición del cadáver. Y entrar en la política de pactos evitando el retorno al aislamiento de otros tiempos. Pero conservar la suficiente distancia para que el mago de la Moncloa no les absorba en su taimado proyecto de nueva mayoría parlamentaria por consensos.