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Sociedad

La escopeta nacional

MANUEL ALCÁNTARA
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Se nos han acabado las municiones, pero seguimos teniendo una hereditaria vocación de fusileros. No hay manera de que se entiendan unos y otros, a pesar de que nos han puesto a todos en la pared. Al trastorno de la geografía se ha unido el de la historia y es más fácil averiguar de qué murió el faraón Tutankamon que quiénes urdieron el 'caso Faisán'. Del chivatazo político a ETA sabemos muy poco, pero vamos conociendo los arqueológicos síntomas del paludismo, complicados con la malaria, que abatieron al prometedor líder egipcio. ¿Será la Historia, con mayúscula, algo reservado a quienes ya han pasado a la historia? Los contemporáneos no nos enteramos más que de los acontecimientos.

Ahora la Unión Europea ha tomado el control de la economía de Grecia. Bruselas ha sustituido a Atenas. Algo que jamás pudo sospechar Sócrates. Una férrea disciplina espartana va a instituirse sobre las extintas finanzas griegas, lo que significa que debemos estar atentos al número, ya que a nosotros tampoco nos salen las cuentas.

Allí habrá que reformar las pensiones, la sanidad y el sector público. ¿Qué tendremos que reformar nosotros? En primer lugar a los reformadores, que multiplicaron por diecisiete el ya arduo concepto de Estado, que siempre fue una abstracción muy variable en sus formas y su naturaleza. Su noción siempre ha implicado una idea de poder, pero ahora se trata de saber quién puede más. ¿El presupuesto de las autonomías acabará repartiendo cartillas de racionamiento al Estado?, ¿terminaremos tomando café, pero sin leche y sin azúcar? La escopeta nacional dispara con tapones ya que se han acabado los proyectiles. No hay que apuntar contra nadie. No vaya a salirnos el tiro por la culata. Hay que entenderse.