Sexo y paz suprema
Actualizado:En la tradición del budismo tibetano, como en todas las demás, hay monjes y monjas. Ahora bien, los Dalai Lamas (un término que puede traducirse como 'Océano de Sabiduría') siempre son hombres. Qué curioso. ¿Por qué será que su espíritu ha decidido reencarnarse solamente en varones? Desde el siglo XV, cuando se constituyó este título por obra y gracia de los mongoles, ninguna mujer ha sido merecedora de tal honor. «No hay ninguna razón de peso para esa exclusión. No es más que un reflejo de la sociedad patriarcal. El poder, ya se sabe, suele estar en manos de los hombres», razona Ferrán Mestanza, profesor de Budismo en la Universidad de Salamanca. Aunque, eso sí, también se dan casos muy llamativos de paridad entre sexos. «Es algo muy poco conocido. Pero, en India y Nepal, yo sé de budistas tibetanos que practican la poligamia y la poliandria. O sea, que los hombres y mujeres pueden tener varios cónyuges; y para facilitar las cosas, esos cónyuges son hermanos entre sí». Una manera muy práctica de evitar las divisiones del patrimonio familiar. Otra particularidad es la importancia que se concede al sexo en el budismo tibetano (también llamado tántrico). «En las meditaciones se puede llegar a practicar, pero no podemos definirlo como sexo. Es meditación». Se busca la superación de la dualidad y la fusión, por lo visto, les permite experimentar el equilibrio eterno. No hay placer sino paz suprema. Es lo que dicen.