«Nos han tratado como si fuéramos una porquería»
Se pregunta si hay «intereses ocultos» para no juzgar al etarra que asesinó a su marido en 1981 a la salida de la fábrica en que trabajaba Ramona Garrido Viuda de Félix Latiegui
SAN SEBASTIÁN. Actualizado: GuardarRamona Garrido, de 69 años, dice que ha llorado todo lo que tenía que llorar. Sin embargo, no renuncia a que José Antonio Zurutuza, el presunto etarra que asesinó a su marido, en 1981, a la salida de la fábrica en la que trabajaba acabe sentándose en el banquillo. Esta donostiarra y los dos hijos que dejó Félix Latiegui viven el drama de no haber podido hacer justicia a pesar de la dura y larga batalla legal que han vivido tanto en Francia como en España.
-¿Por qué después de tanto tiempo se presentó en la Audiencia Nacional, de la que fue expulsada?
-Simplemente soy una de tantas viudas en España que reclamamos que los asesinos de nuestros maridos sean juzgados. No pido otra cosa que justicia. Nunca renunciaré a que el asesino de mi marido acabe sentándose en el banquillo. Lo hacemos ahora porque pensamos que hay a quien no le interesa que el asesino de mi marido sea juzgado en este momento.
-Explíquese.
-No entendemos por qué después de lo que nos ha costado traerle desde Francia a España volvamos a estar en un punto en el que ya estábamos hace tres años. Hemos luchado seis años para que viniera desde Francia y ahora, para nuestra sorpresa, nos dicen que el crimen ha prescrito. Pero si hubiera estado prescito en España el asesino de mi marido no hubiera podido cruzar la frontera. Las preguntas que nos rondan en la cabeza son interminables. ¿Cómo es posible que si hace tres años, cuando vino a Madrid, donde tanto mi hija y yo le vimos en la Audiencia Nacional, no hubiera prescrito y ahora sí?, ¿qué hay para que no se le haya juzgado en estos tres años?, ¿hay intereses ocultos?
-¿A qué se refiere?
-Todos sabemos que el Gobierno sigue negociando con ETA, como es su obligación. Puede ser que al Gobierno le interese juzgar a Zurutuza como autor sólo de dos asesinatos y no de tres. Quizás no le interesa juzgarle para que las conversaciones se produzcan sin tantas interferencias. ¿Otro motivo? Gómez Bermúdez puede estar dirigido.
-Son acusaciones fuertes.
-No puedo decir otra cosa. El Gobierno nos ha ninguneado durante estos seis últimos años. Nos ha dicho que había prescrito y no era así. No hay quien entienda la contradicción de la justicia española.
-¿Y lo de Gómez Bermúdez?
-Quiero saber por qué nos han tratado como si fuéramos una porquería. Nos han tratado mal, nos han dado golpecitos en la espalda, ignorándonos, mareándonos de un sitio a otro. Nos dicen que nos tenemos que conformar, que ya está siendo juzgado por otra cosa y ¿yo me tengo que conformar?A mí no me consuela que estén juzgando a Zurutuza como asesino de Enrique Cuesta, que por cierto quiero que se le condene sin ningún tipo de duda. Yo quiero que se le juzgue por el asesinato de Félix Latiegui.
-Decía antes que vio al asesino de su marido. ¿Qué sintió en ese momento?
- Mi hija y yo ni respiramos, sólo le miramos. Él nos miró desde lejos y bajó los ojos.
-¿Por qué no se llegó a celebrar el juicio?
-Se hizo en una vista en la que estaba el juez Gómez Bermúdez y dos mujeres jueces. Ellas decían que sí había prescrito. ¿Las razones? Las desconozco. Nadie me las ha dicho.
-¿Entonces?
-El juez Gómez Bermúdez, que es quien tiene la última palabra, dijo que se había interrumpido el proceso cuatro veces y que por tanto no había prescrito, pero hubo que aceptar la mayoría y acatar la decisión de que había prescrito.
-¿Por qué esa diferencia de criterio?
-Creo que ni se molestaron en leer el sumario.
-¿Qué le aconsejaron los expertos?
-Me dijeron que había otro camino diferente en el que no tendría que pagar las costas. Y es que a ETA yo no le doy un duro. Fernando Burgos [fiscal] me aseguró que pondrían tres fiscales de los que se haría cargo el Gobierno si perdían. No voy a empeñar mi casa para pagarle a la ETA. Tendría narices. No quiso pagar mi marido como para hacerlo yo. Pasó el tiempo y como no tenía noticia ninguna, la víspera del juicio al etarra que asesinó en 1982 a Enrique Cuesta opté por cerrar una cita con él.
-¿Y cuál fue su respuesta?
-Me dijo que no sabía nada, que no sabía de qué le estaba hablando.