¿Adiós a la economía real?
Actualizado: GuardarHace ya algún tiempo, ciertos creadores de riqueza llegaron a la conclusión de que la economía real es insuficientemente lucrativa y sobradamente engorrosa. Eso de andar diariamente lidiando con los tradicionales factores de producción es muy cansado, y, a la postre, modestamente beneficioso para el bolsillo. Coordinar y hacer rentables aspectos tan problemáticos como pueden ser los trabajadores, los materiales, las instalaciones, y todas esas cosas como la productividad, los impuestos, las regulaciones de todo tipo, las ventas., es una actividad que, por lo visto, no ofrece ya un especial atractivo para los auténticos linces de los negocios. Hay en cambio cierta actividad que, aun no estando suficientemente claro cuál es su verdadera naturaleza, genera fabulosos beneficios: es la alta economía financiera, un río revuelto propicio para pescadores avezados.
Quede pues la economía real para gente normalita, para esos empresarios convencionales atados eternamente a problemas mezquinos e irritantes, pendientes siempre de las veleidades de los consumidores, de los conflictos laborales, forzados a una interminable campaña publicitaria para colocar sus productos, mirando con inquietud el aumento de los stocks, haciendo mil piruetas para arañar un euro al fisco. Por un peculiar efecto de darwinismo empresarial, son los pequeños y medianos empresarios (entre ellos abundan los antiguos empleados externalizados) los que están quedando relegados a esta situación incómoda y poco interesante desde el punto de vista de los negocios. Dependientes del cicatero favor de los bancos, hay una masa empresarial que va quedando relegada a un estatus de casi indigencia, en un sistema económico en el que aquellas empresas que se dedican a la economía financiera acaparan la parte más jugosa de la tarta.
En las últimas dos décadas, la economía especulativa ha aumentado de manera alarmante respecto a la economía real. En Estados Unidos, por ejemplo, el 40% de todos los beneficios empresariales corresponden a transacciones financieras. Con todo, el principal problema de esa economía hecha de títulos opacos y apuntes virtuales es su carácter fantasmagórico: no tiene domicilio social, ni instalaciones, no paga impuestos, no crea empleo, no produce nada, no compra ni vende. ¿Qué hacen entonces los que se dedican a eso? Pues está claro: estropear la vida a la mayoría.