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El G-2 ante Irán

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A Barack Obama se le empieza a terminar la paciencia con dos importantes países, ambos líderes regionales, China e Irán. Ante los anuncios de Ahmadineyad de que su país ya tiene la capacidad de fabricar armas nucleares, el líder norteamericano parece decidido a impulsar sanciones más severas. Para ello presiona a China, de modo que no vete las futuras decisiones del Consejo de Seguridad, a pesar de que el régimen de Pekín se beneficia cada vez más de las importaciones de petróleo iraní. EE UU está dispuesto a facilitar el suministro de crudo a China desde Arabia Saudí y los países del Golfo mientras dure esta crisis con Teherán. En cualquier caso, la luna de miel de Obama con el gigante chino ha terminado. Ya no es percibido como un socio estratégico, el llamado G-2, sino que es criticado por su censura de Internet, su negativa a luchar contra el cambio climático y su inflexible reivindicación de Taiwán, al que EE UU ha decidido rearmar. La pregunta que cabe hacerse es si funcionará esta línea dura, exigida por muchos norteamericanos impacientes con los titubeos de su presidente. China es más necesaria que nunca para la economía de EE UU y en la gestión de problemas como Sudán y Corea del Norte, y nunca ha dado su brazo a torcer.