LAS OREJAS AL LOBO

Víctor Espárrago le está viendo las orejas al lobo. El uruguayo es más valiente que nadie y debe tener algo de cadista o mucho de cadista, porque rechazó ofertas anteriores de otros equipos y volvió a una entidad que no lo trató todo lo bien que se merecía. Pero como ya dije hace poco estaba claro que se iba a hacer cargo del equipo porque Muñoz prefería gastarse el dinero en un entrenador de garantías que en fichajes de diciembre que, ojeando los precedentes, apenas ofrecen un buen rendimiento en la segunda vuelta del campeonato.

Pero lo peor que quizás haya podido ocurrirle al excelente ténico es comenzar empatando en casa ante el Huesca y venciendo en Soria y casi en Salamanca sino es por una decisión errónea del colegiado que dio por válido el tanto de los charros tras una falta evidente.

Esos buenos resultados eclipsaron, en cierta y gran medida, las limitaciones del plantel que son variadas y evidentes. Está claro que, una vez superada la etapa de Gracia, que, lógicamente, era el blanco fácil, había que analizar la calidad contrastada de una plantilla que sólo puede luchar por lo que puede luchar, que no es otra cosa que salvarse del descenso. Lo que ocurre es que en el momento en el que se enlazan tres buenos resultados consecutivos, la gente ya se empieza a volver loca y a pensar que otro objetivo es posible.

Pero salta el Levante, como bien titulaba en su crónica José María Aguilera, y se disparan los temores y vuelven a saltar las alarmas.

En el caso del Cádiz, como en cualquier otro ámbito de la vida, hay que tener la capacidad suficiente para no ver la botella ni medio llena ni medio vacía. Ni el Cádiz era un aspirante a nada por ganar al Numancia ni ahora es tan malo porque le hayan metido cuatro goles en casa. Lo único que tiene que hacer es salvarse.