Miedo previsor
Actualizado: GuardarDecía Burke que un miedo atento es la madre de la seguridad. Puede ser ese temor el que no deje prosperar el deseo de Irán de obtener la bomba atómica. Y el que impida a China vetar las sanciones que contra el país persa promueve con tan locuaz vehemencia el presidente Obama. Irán, ahora sí, se acerca al arma nuclear, y saltan las alarmas en la comunidad internacional, poniendo en alerta el miedo previsor al que se refería el pensador, escritor y político progresista británico de finales del XVIII.
El burdo desafío a la ONU, animado por los crecientes problemas del divorcio del régimen de los ayatolás con su propia sociedad musulmana después del pucherazo que apuntaló en el poder a esa particular versión moderna de hombre lobo Ahmadineyad, está a punto de ganar a Rusia para el castigo. O así se ha querido ver en el anuncio de Moscú, cuando dice que en esta ocasión «las dudas se hallan bien asentadas». Hay expertos que van más allá y advierten que el enriquecimiento de uranio al 20% significa elevar el riesgo, situándolo a tan sólo unos meses del arma atómica.
De ser así, el voto ruso prevalecería sobre cualquier iniciativa china malintencionada, que, aun siendo uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad con derecho a veto, rehusaría a que la cabezonería iraní cortocircuite sus intereses geopolíticos. No hay que olvidar que el gigante oriental tiene en sus manos una gran parte de la deuda nacional de EE UU. Mientras que sus relaciones con Irán se construyen a pelo sobre las exportaciones de crudo. Dispone de dinero pero es extremadamente pobre en recursos naturales. De ahí su esfuerzo por lograr la riqueza subterránea de África.
Lo último que a China le conviene, con su economía y relaciones comerciales lanzadas, es una confrontación internacional. Aunque nada de eso parece posible. Los especialistas enfatizan que Pekín sólo ha utilizado el veto en dos ocasiones, por 76 EE UU, mientras se ha abstenido con mucha frecuencia; lo correcto, a juzgar por su trayectoria y compromisos. Quedarse sola significaría sacrificarse por la causa iraní, en plena guerra por la devaluación del yen. Algo que no le merece la pena en el actual escenario de inestabilidad del país persa y creciente aislamiento. Otra cosa es que las sanciones no funcionen, o se busquen atajos para burlar de nuevo su orfandad, salvando la cara. Advertía Voltaire que los Estados se pierden por la timidez. Pero esa es la señal que Israel necesita para bombardear Teherán.