LA FOSA COMÚN

ADios, a Alá, a Buda, a Botín o a Zapatero, ahora que nos lee las sagradas escrituras; al que usted prefiera, pero encomiéndese a alguien. Supongo que se habrá dado cuenta, pero mi deber moral es recordárselo. Estamos en plena travesía del desierto, concretamente discurrimos por el inhóspito arenal de febrero, del que nadie habla. Ciertamente, éste, no es un mes mediático, pero duele como el que más.

Enero se lleva la palma de los peores augurios con sus cuestas y baches. Ahora bien, insisto, la hoja del calendario más cruel, es la que lleva impresa 'febrero'. Es un mes letal se mire por donde se mire. No lo salva ni el carnaval que empieza mañana, por mucha chirigota que nos canten y por mucho hombre disfrazado de señora que se nos cruce en el camino. Entre otras desgracias, en febrero es cuando nos pasan la cuenta de la tarjeta de crédito del mes anterior. Perdón por ser tan explícito. Yo, por ejemplo, hace unos días, pagué la videoconsola que le trajeron los Reyes Magos a mi hija, y los roscones, y la madre que parió a las fechas señaladas y a las rebajas.

Si a lo de enero se le llama 'cuesta', a este suplicio deberíamos llamarlo 'fosa', 'sima', 'abismo', o mejor aún; 'el sepulcro de febrero'. Si es que es un mes que no tiene ningún aliciente festivo. Mira uno el calendario y sólo ve señalado con un rotulador el día que toca dentista o el que hay que echarle el antipulgas al gato, en el mejor de los casos. No es casualidad que febrero dure dos o tres días menos que un mes normal.

Yo, si pudiera, lo quitaría y añadiría un mes nuevo, por ejemplo entre julio y agosto; 'Broncero', se podría llamar, ¿no les parece? Y para colmo, el próximo domingo es el día de los enamorados, una celebración totalmente absurda. El que está enamorado lo celebra todos los días, y el que no lo está no necesita que se lo recuerden un día al año, en febrero. Pasen buen día, dentro de los márgenes que tenemos.