El toreo de ayer y hoy
Éxito artístico y de público en el festival a beneficio del Santuario de la Virgen de la Montaña de Villamartín
EL BOSQUE.Actualizado:Tarde agradable y luminosa en la sierra gaditana que congregó a un numerosos aficionados en la coqueta plaza de El Bosque. Un público que, ávido de tauromaquia en estas calendas invernales, pudo disfrutar de una amena tarde de toros durante las tres horas largas de un interesante festival.
Abrió plaza el veterano Ruiz Miguel que, aunque no pudo estirarse de capa ante la corta embestida del de Murube, planteó una faena en los medios con muletazos suaves y ligados. Pero el novillo, tan noble como falto de fuerzas, pronto se rajó y decidió dar por finalizada el exiguo capítulo de sus acometidas.
Verónicas enjundiosas, relajadas y clásicas constituyeron la artística tarjeta de presentación de Galloso en el ruedo. Primer tercio que culminaría con un luminoso galleo por chicuelinas. Muleta en mano, aprovechó la extrema boyantía y las fuerzas y casta justas de su oponente para desplegar todo un catálogo del típico toreo de décadas pasadas: cite al hilo del pitón y composición de la figura con el pase ya iniciado. Pero aderezado todo con desbordante pinturería, con mucha clase y pleno de expresión. Incluso instrumentó la estocada en la gallarda y desusada suerte de recibir. Ante el utero más serio y más encastado del encierro, que demandaba mano baja y quietud de pies a su matador para ser sometido, Berciano configuró un trasteo pleno de esfuerzo y pundonor pero con irregular resultado en lo artístico.
Airoso y variado con el capote, Octavio Chacón dibujó delantales, chicuelinas, tafalleras sobre la breve e incierta embestid de un. novillo carifosco y de convexo perfil de Barral. Muy centrado, Chacón extrajo muletazos por ambos pitones en faena desigual y valerosa. Tras un paréntesis ecuestre, en el que el joven Valdenebro mostró sus excelentes cualidades rejoneadoras, Ismael Cuevas dejó su sello de dominio en todos los tercios, sobresaliendo en los certeros pares de banderillas. Lo mejor del festejo lo puso el novillero sin caballos Fernández Ramos, que derrochó estilo, armonía y oficio.