Volver a Pandora
'Avatarmanía'. Al acabar la película muchos sienten deseos de aprender na'vy y estrechar su unión con la naturaleza
Actualizado: GuardarLas nueve candidaturas para los Oscar de 'Avatar' son uno de los últimos pasos de una arrolladora carrera triunfal. Todo lo que tiene que ver con la película de James Cameron adquiere una dimensión desconocida y revolucionaria. Lo que viene ocurriendo desde el 18 de diciembre con el planeta Pandora, los na'vy y la defensa del medio ambiente es un hito en la historia del cine.
En primer lugar, por la previsión de que termine por alcanzar los 2.000 millones de dólares recaudados en taquilla, una barrera impensable. Cinematográficamente, el arrollador éxito de 'Avatar' ha supuesto el pistoletazo de salida para el desarrollo de televisores adaptados al 3D y para la preproducción de decenas de nuevas películas en dicho formato. A la ya prevista 'Tintín' se unen las nuevas entregas de sagas como 'Harry Potter' o 'Transformers'.
Pero la auténtica revolución está relacionada con la dimensión sociológica de un fenómeno sin parangón. Todo lo que rodea a 'Avatar' adquiere una inusitada repercusión. ¿Por qué ha conseguido conectar con el público de una forma tan especial una película que cuenta una historia tan sencilla y ya antes vista en decenas de filmes, como 'Pocahontas' o 'Bailando con lobos'? Quizá porque, por primera vez, el paraíso perdido no lo encontramos mirando hacia atrás sino, paradójicamente, cuando miramos adelante. Las películas de ciencia ficción suelen anticipar un futuro apocalíptico, negro y desesperanzado. Aquí sin embargo, el futuro es colorido, alegre y vitalista, protagonizado por una comunidad perfectamente integrada de sujetos que conviven y respetan armoniosamente la naturaleza y el medio ambiente, en camaradería y solidaridad.
En 'Avatar', Pandora es un planeta tan atractivo, tan poderoso y tan sugestivo que los humanos expuestos a sus encantos no dudarán en enfrentarse a sus propios congéneres con tal de preservarlo. Y precisamente ahí es donde radica tanto el éxito de la película como la frustración de muchos de sus espectadores: en volver a Pandora, una y otra vez.
Cuando termina la película y se encienden las luces de la sala, hay espectadores que quedan invadidos por un desasosiego rayano en la depresión, lo que está conduciendo a los más hipersensibles a la consulta de psicólogos y psiquiatras cuyos consejos no pueden ir más allá de que... escuchen la banda sonora del filme. De hecho, la entrada de los foros oficiales de 'Avatar' dedicada a 'Superar la depresión por el hecho de que el sueño de Pandora es intangible' recibió sobre la marcha más de mil comentarios de personas deprimidas y angustiadas.
Otra de las 'terapias' seguidas es la de aprender na'vy. Porque los habitantes de Pandora tienen su propio idioma, creado por el lingüista Paul Frommer, con reminiscencias maoríes. Se trataba de crear un idioma pronunciable por los actores, pero que sonara nuevo y extraño. Y el lenguaje na'vy ha tenido tanto éxito que se ha convertido en el último fenómeno de internet: sus fans inventan palabras, las mandan a Frommer y, cuando éste las aprueba, pasan a formar parte de un diccionario con más de mil entradas y en continuo crecimiento que, además, será usado en las dos próximas partes de la trilogía. Así, una conversación puede empezar con un saludo informal 'Kaltxi' (hola) o más formal: 'Oel ngati kameie' (te veo) y terminar, por supuesto, con el 'Eywa ngahu' (que Eywa sea contigo) tan cargado de poesía y buenos deseos.
Y, para casos extremos de Pandora-adicción queda la revelación hecha por la organización Survival, el Movimiento por los Pueblos Indígenas: aún existen parajes terrestres que podrían ser el paraíso que nos muestra 'Avatar'. Son, eso sí, remotos lugares prácticamente inaccesibles, radicados en lo más profundo de selvas como las de Borneo, en Malasia, o en la Amazonia más recóndita, todavía incontaminadas por la modernidad rampante y a las que sólo llegan expediciones científicas muy contadas. No por casualidad, los indígenas Penan de Borneo o los Yanomami amazónicos sostienen que ellos tampoco pueden vivir sin su selva ya que el bosque les cuida a ellos y ellos a él, perfectamente integrados en una naturaleza que, de otra manera, sería inhóspita y hostil. ¿Será el próximo reclamo de las agencias de turismo más vanguardistas? A fin de cuentas, si hay personas dispuestas a pagar un millón de euros por salir al espacio exterior unas horas y sentir la ausencia de gravedad, ¿por qué no pensar que habrá quién esté encantado de conocer el planeta Pandora aquí en la Tierra?