El Bugatti que salió del lago
Un coleccionista paga 260.000 euros por un deportivo que ha permanecido siete décadas en el fondo de un estanque suizo
Actualizado:Para qué querrán ese montón de chatarra? Seguro que muchos de los vecinos de la localidad suiza de Ascona se hacían esa pregunta cuando el pasado mes de julio veían cómo una grúa sacaba del lago Maggiore los restos de lo que parecía ser un viejo coche. El fango tapaba parcialmente el amasijo de hierros oxidados que salía del agua, aunque los más observadores pronto detectaron que aquel no era uno más de los despojos que fueron a parar el siglo pasado al Maggiore. El elegante perfil de lo que quedaba de carrocería, milagrosamente conservada bajo el barro, y el desafiante radiador constituían señas inequívocas de identidad: el inquilino en forma de pecio que los vecinos de Ascona habían tenido bajo las aguas durante las últimas décadas era en realidad un Bugatti, una marca de automóviles deportivos cuya sola mención provoca estremecimientos entre los aficionados a los vehículos clásicos.
El Bugatti no era en realidad un desconocido para algunos de los habitantes de las poblaciones bañadas por las aguas del Maggiore, situado junto a la frontera con Italia. Los socios de uno de los clubes de buceo de Ascona conocían desde hace tiempo que las profundidades del lago escondían los restos de un coche antiguo. Es muy probable que el viejo biplaza hubiese seguido siendo testigo mudo de las andanzas de los buzos de no ser por un trágico acontecimiento: en febrero de 2008 uno de lo submarinistas, Damiano Tamagni, fue acuchillado por tres miembros de una banda juvenil en una disputa en Carnavales y murió al cabo de unos días en el hospital. El asesinato sacudió a la idílica y plácida población helvética, que decidió arropar a la familia de Damiano creando una fundación para luchar contra la violencia juvenil.
El padre de Damiano, también aficionado al buceo, sabía de la existencia del Bugatti en el fondo del lago. Fueron sus compañeros submarinistas los que le animaron a recuperarlo. Debieron pensar que de esa forma conseguirían sacudirle del letargo en el que le había sumido el fallecimiento de su hijo y de paso recaudar algunos fondos para la fundación. Dicho y hecho. En julio del año pasado el automóvil era extraído de las aguas en una operación no exenta de algunas complicaciones, ya que se encontraba a 53 metros de profundidad. ¿Pero qué hacer con los restos de un coche que había permanecido 73 años metido en el agua? Restaurarlo podría ser una solución, aunque los especialistas que lo inspeccionaron desaconsejaron la operación. La corrosión se había comido la mayor parte de las piezas del Bugatti y sólo una cuarta parte de ellas podían ser aprovechadas. La inversión necesaria para arreglar el deportivo difícilmente iba a poder ser recuperada.
Tal como está
Los compañeros del padre de Damiano decidieron entonces sacarlo a la venta. Tras realizar varias consultas pusieron el coche en manos de la casa de subastas londinense Bonhams, que aprovechó la celebración en París de la feria de autos clásicos Retromobile para exhibir primero la pieza y luego sacarla a subasta. A los amigos del padre de Damiano ya les sorprendió la tasación de salida que fijaron los especialistas de Bonhams: nada menos que 70.000 euros. Pero lo que realmente les dejó paralizados fue que el toma y daca que se estableció entre dos de los participantes en la subasta elevó esa cifra a 260.500 euros.
El comprador resultó ser el estadounidense Peter Mullin, que exhibe en su museo de Los Ángeles una completa colección de coches clásicos franceses (se dice que es la mejor del mundo en cuanto a Bugatti). Según ha transmitido la casa de subastas, Mullin no tiene intención de restaurar el Bugatti y lo mostrará tal y como está en su fundación.
El coche, fabricado en 1925, fue a parar al lago en 1936. Hay varias teorías al respecto, pero la más aceptada es que fue incautado a su propietario, un arquitecto de origen polaco, por el impago de las tasas de aduana que le correspondía abonar después de haberlo importado de Francia. Al parecer, las autoridades helvéticas sujetaron el coche a una cadena y lo sumergieron en el lago a la espera de que el dueño pagase lo que debía, una práctica que debía ser común en la época en las comarcas fronterizas suizas. El arquitecto se resignó a quedarse sin Bugatti, la cadena terminó deshaciéndose y el deportivo se hundió en lo más profundo del Maggiore.
Ahora ha emergido convertido casi en una leyenda. Su curiosa historia le ha proporcionado un notable impacto mediático que ha sido hábilmente aprovechado. No hay más que ver lo que decía un vendedor alemán a propósito del desorbitado precio de compra: «Cualquiera puede comprar un Bugatti restaurado, pero el que se ha sacado del lago es como una obra de Dalí o de Monet, una pieza única creada por el más fabuloso fabricante de coches del mundo y rematada por el más grande creador que existe, la madre naturaleza». Las malas lenguas dicen que a la vista de lo ocurrido hay muchos coleccionistas de vehículos clásicos que están pensando en 'poner a remojo' durante una temporada sus mejores piezas para que aumente su cotización.