La arquitectura de las letras
La exposición 'Arquitectura escrita' plasma una reflexión entre el cruce de dos materias que parecían separadas Cuentos, novelas y poemas edifican espacios que devienen en maquetas
MADRID.Actualizado:«Cuando alguien nos pregunta sobre un castillo pensamos en Kafka y su novela del mismo nombre, o en Santa Teresa y 'Las moradas', o en un castillo de la Edad Media». Así de claro dejó Xosé Luis García Canido, director de Proyectos de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, la propuesta que plantea la exposición 'Arquitectura escrita', inaugurada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid (CBA) y que el próximo otoño viajará al Parque de las Ciencias de Granada.
La necesidad de los escritores por evocar lugares, ciudades o edificios ha generado a lo largo del tiempo unas arquitecturas que, ahora, saltan de los libros a las maquetas realizadas en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Granada y en la Universidad Técnica de Múnich. En una sociedad en la que es difícil el cruce de especialidades «por una excesiva tabicación», como bien denuncia el comisario Juan Calatrava, esta muestra viene a dar un ejemplo de lo que sucede cuando hablamos de una cultura en mayúsculas que surge del entendimiento, del cruce entre diferentes ciencias.
No sólo mostrar es lo que pretende este proyecto, sino que se hable, que se piense y «se busquen soluciones de un modo colectivo, además de debatir sobre cómo queremos vivir y convivir», apuntilla Juan Barja, director del CBA.
Por eso la muestra es abierta, no está completa, porque plasmar casi 2.500 años de Historia, de reflexión sobre el cruce entre la literatura y la arquitectura es inabarcable: «Queremos que cada visitante componga su propia lista y profundice en estas conexiones», matiza Barja.
Una exposición para ser leída que nos trae a la memoria esa cueva de Alí Babá de 'Las mil y una noches, el castillo del 'Drácula' de Bram Stoker o El ministerio de la verdad del que habla George Orwell en '1984'.
En la isla de los Utópicos descubrimos la ciudad de Amaurota, que es la que alberga el Senado, según cuenta Tomás Moro en su 'Utopía' (1516): «En el trazado de las calles se tuvo en cuenta no sólo la comodidad del tráfico, sino la protección contra los vientos. Las casas, en modo alguno sórdidas, están construidas frente a frente en larga y continuada serie. Separa sus fachadas una calle de veinte pies de ancho y a sus espaldas, a todo lo largo de la ciudad, se extiende un amplio huerto limitado en todos sentidos por los muros posteriores».
Sociedad insular
Así, este jurista y político esbozó el ideal de una sociedad insular marcada por el humanismo que se asentaba sobre la igualdad fundamental de sus miembros, la falta de propiedad privada, la libre elección religiosa y un moderado deber general de trabajo: «Moro opta por una planta ortogonal sin centro para destacar los aspectos igualitarios de lo que sería la convivencia en ese proyecto protocomunista, por decirlo de algún modo», explica Barja.
Totalmente diferente sería la propuesta de la Atlántida platónica, descrita en 'Timeo' y 'Critias' (360 a.C): «La isla, en la que estaba el palacio real, tenía un diámetro de cinco estadios». Los modelos de plantas circulares suelen indicar estructuras centralizadas desde cuyo centro se ejerce el poder. De hecho, y sobre esto, teorizaría años más tarde Jeremy Bentham en su texto sobre el Panóptico, donde habla de cómo las penitenciarías deberían de ser edificios circulares con celdillas abiertas hacia el interior, hacia la torre de vigilancia central que, de ese modo, podría observar a los presos. Si bien no conviene olvidar, como ejemplo de ciudad centralizada, la Ciudad del Sol de Tommaso Campanella (1623) que describe el ideal de un Estado Teocrático-Absolutista, un sistema metafísico universal, con el sol en su centro, que controlará todo, hasta la procreación.
Del detalle de esa arquitectura filosófica pasamos a los cuentos, donde las construcciones y los lugares tan sólo se diferencian para explicitar su función y los acontecimientos venideros. La torre de Rapunzel carecerá de escaleras y el castillo de la Bella Durmiente quedará rodeado de un impenetrable seto de espino porque lo único que buscan es reforzar el arquetipo de una situación determinada y no profundizar en la construcción detallada.
Tampoco encontrará el lector una gran profusión de detalles arquitectónicos entre las descripciones que en 'La Biblia' se hacen de algunos edificios como La Torre de Babel, que queda en un bosquejo. Pero, desde el siglo XV, se tendrá en cuenta la descripción que de ella hiciera el historiador griego Heródoto en sus 'Historias', donde dice que se eleva sobre una base de uno por uno estadios (medida equivalente a 200 metros), sobre la que se sitúan siete torres, unas encima de otras.