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El talonazo

Quizá sin pretenderlo, Guti se ha convertido por una temporada en el mejor agente de la Moncloa

JOSÉ MARÍA ROMERA
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La misma semana en que el número de parados supera los cuatro millones y nos anuncian el alargamiento de la edad de jubilación, junto con unos brutales recortes en el gasto público para los próximos cinco años, Guti ha pegado un talonazo. Que no taconazo, por cierto. Ese acontecimiento nacional eclipsa todas las noticias del Apocalipsis. Ese suceso planetario desvía la atención de tantos chaparrones laborales, financieros y sociales como están cayendo sobre nuestras cabezas.

Sostiene un radiopredicador de la medianoche que el principal valor del fútbol en un país en crisis es su poder analgésico. Lo dice como alabanza, no como crítica. Tal vez tenga su parte de razón, quién sabe. Simplificando un poco las cosas, hay dos formas de enfrentarse a los problemas: o agarrar el toro por los cuernos, o esconder la cabeza como el avestruz. Zoologías aparte, tratando de hacer frente a la adversidad o evadiéndose de ella. El escapismo puede ser una vía inteligente para quitarse preocupaciones siempre y cuando otros se encarguen de sacarnos del atolladero. Y es ahí donde aparece el fútbol. Hoy se llama Guti, pero mañana puede ser Messi o Xabi o cualquiera de esos otros genios benefactores de la Humanidad con nombres terminados en 'i' que tanto abundan en los planteles de nuestros equipos.

El talonazo de Guti ha venido a coincidir con otro estimulante anuncio. Dentro de poco habrá fútbol televisado todos los días de la semana, para culminar el proceso de normalización recreativa que comenzó con los partidos de los miércoles y los jueves. Algunos economistas han venido repitiendo desde el comienzo de la hecatombe económica que las fórmulas viejas no sirven para remediar los nuevos males, pero he aquí que el fútbol les hace tragarse sus palabras. De nuevo esa arma de distracción masiva acude en auxilio del poder, como ya sucedía hace décadas.

No deja de maravillar la fuerza ejercida por este nuevo circo romano en nuestra sociedad, su avasallador potencial persuasivo. Desde hace bastante tiempo, en los noticiarios televisivos el fútbol ha ido ganando espacio, tiempo y ruido, hasta el punto de que cada sobremesa se abre paso a empujones entre las ruinas de Puerto Príncipe y las resoluciones del Consejo de Ministros. Pero lo más curioso de todo es la capacidad neumática de esas noticias tangenciales convertidas en materia inagotable de debate durante días y días: las declaraciones de un confinado en el banquillo, el fuera de juego mal señalado por un árbitro, las fotos de un delantero cazado a la salida de una discoteca. Si con estas naderías construyen un discurso multiplicador que luego se desparrama por tabernas y oficinas, por fábricas y hogares, cómo no va a agigantarse un talonazo dado con arte y eficacia. Quizá sin pretenderlo, Guti se ha convertido por una temporada en el mejor agente de la Moncloa.