El forense admite su error al afirmar que fue un suicidio
El perito que analizó el cadáver asegura que «alguien pudo alterar» la escena del crimen y limpió la sangre en el baño El cuerpo presentaba más de 100 heridas de arma blanca
CÁDIZ. Actualizado: GuardarManuel Gil Palacios apareció cosido a puñaladas en enero de 2008 en la bañera de su casa, en Sanlúcar. El cuerpo estaba bañado en sangre, sin embargo, el primer informe del forense, que levantó el cadáver, indicó que aquella muerte se debía a un suicidio, no a un asesinato. La conclusión no pudo ser más polémica, ya que la autopsia posterior desveló que el hombre había sufrido más de 100 lesiones por arma blanca.
No es extraño que ayer la declaración del perito, que redactó ese primer informe, fuese una de las más esperadas en el juicio contra Caridad M. C, la esposa del fallecido y acusada de su asesinato. De hecho, la abogada de esta mujer se ha apoyado hasta ahora en el informe forense como prueba fundamental de su defensa. Ese puntal se desmoronaron ayer cuando el forense responsable del documento admitió que se había equivocado al decir que Manuel se mató a sí mismo.
«Los peritos, obviamente, cometemos errores», aseguró ante el tribunal de la Audiencia Provincial y el jurado popular que juzga el caso. «Luego he examinado las fotos y estoy de acuerdo con el diagnóstico de la autopsia, que indica que las heridas fueron producidas en un contexto de lucha, por una tercera persona», confirmó.
El experto se excusa
A pesar de todo, el forense no quiso dar por malo su primer informe e intentó explicar el porqué de su conclusión. Al excusar su error, parecía que era él quien se defendía de las preguntas del fiscal: «Al examinar el cuerpo, la luz era muy pobre y el cadáver estaba impregnado de sangre reseca que ocultaba muchas heridas», se justificó . «Aparte había una desproporción entre las heridas y las manchas de sangre» en el escenario del crimen. No en vano, según declaró, «alguien podría haber limpiado los azulejos» antes de que llegase al lugar la Policía.
El forense fue apoyado por el resto de compañeros que declararon tras él: «Estoy de acuerdo con él, el entorno era tétrico, con una luz mortecina», salió al quite uno de los responsables de la autopsia de Manuel Gil. Si bien, el mismo perito dio a entender que no era lógico pensar en una autolesión, porque «un suicida jamás utiliza dos armas». Se refería al cuchillo y las tijeras que llevaba encima Caridad cuando un vecino la encontró junto al cadáver, consideradas las armas homicidas. Ella declaró que se las quitó a su marido al hallarlo muerto, y que al cogerlas se hizo las heridas de sus manos. Ayer, en cambio, los forenses desmintieron esta versión porque las lesiones de Caridad «presentaban varias direcciones y sentidos», lo que «descarta que se deban a sacar el arma».
No fue la única conclusión que dejó a la mujer en mal lugar ante el jurado popular. Uno de los peritos reveló, por ejemplo, que en las uñas de Caridad se encontraron restos de sangre de su esposo, que hacen pensar en una pelea. Hubo más: según los forenses, la mujer «simuló» una falta de movilidad en el brazo derecho y en la cadera cuando se le hizo una prueba física. Desde el comienzo del juicio la mujer ha acudido a la Audiencia ayudada de una muleta y de los policías que la trasladan a diario desde la prisión, pero el fiscal y la acusación particular han intentado probar que se trata de una incapacidad fingida. Ante la revelación del perito, la abogada defensora sólo pudo decir ayer que la sobreactuación es algo común en las pruebas médicas.
«Aquello fue una carnicería»
Con las fotos del cadáver en la mano, el responsable de la autopsia también describió a los miembros del jurado cómo se infligieron las heridas que sufrió Manuel, para demostrar que no eran propias de un suicidio. «Localizamos 104, pero pudo haber muchas más. Aquello fue una carnicería», llegó a decir el experto, que hizo un relato de tanta crudeza que uno de los familiares del fallecido tuvo que salir de la sala conmocionado. Hasta entonces se había contenido, pero fuera no pudo reprimir su rabia e insultó a gritos a la acusada, que hoy volverá a sentarse en la quinta sesión del juicio.