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«Los corsarios españoles dieron mucha guerra en el Estrecho»

El investigador presenta hoy en Cádiz su libro sobre la actividad corsaria y los naufragios durante las campañas napoleónicas Mario Ocaña Historiador

DANIEL PÉREZ ENVIADO ESPECIAL dperez@lavozdigital.es
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Mario Ocaña cuenta que el capitán de un pequeño bajel, pillado a traición en mitad del Estrecho por una tormenta pavorosa, ordenó a los artilleros que dispararan sus cañones contra un tornado. La crónica de esta esquinita del mundo da para mucho. Su situación estratégica y su condición de baluarte han permitido que el Peñón presencie algunos de los capítulos más románticos e infectos, más crueles e intrépidos, de nuestro pasado. El historiador que se descubra «contagiado por la fiebre de la investigación» encontrará en la zona una veta inagotable: batallas, naufragios, asaltos, corsarios, conspiraciones, victorias relativas y derrotas absolutas, alianzas volubles y falsos armisticios. Un microcosmos que ahora aborda, al menos parcialmente, el profesor de la UNED en un nuevo y completo trabajo que, además, aporta documentación inédita. Lo presenta esta tarde, a las ocho, en Diputación, de la mano del periodista Juan José Téllez.

-Parece que la Historia del Estrecho engancha.

-Pues sí, la verdad. Llevo investigando el tema muchos años. Mi primera publicación al respecto data del 93. Yo estaba encargado de un proyecto para la recuperación de un archivo de protocolos notariales del distrito de Algeciras. Y, entre la documentación, me topé con un texto que detallaba las actuaciones de algunos corsarios españoles en la zona. Me pareció un tema novedoso, porque siempre que se habla de corsarios salen a la palestra los ingleses, franceses y holandeses, como si tuvieran la exclusiva. Y los españoles dieron mucha guerra en el Estrecho, por ejemplo.

-Y empezó a tirar del hilo.

-Claro. Al principio me planteé si lo de los corsarios españoles no sería algo anecdótico, extraordinario, pero resulta que el ovillo sigue, sigue, y no se acaba.

-¿Con el trabajo que presenta hoy cierra el tema?

-Por ahora. En este terreno nunca se sabe si se abrirá de pronto alguna puerta. No deja de surgir información inédita, y hay que ordenarla, interpretarla y publicarla. Lo que pretendía con este libro es arrojar luz sobre una cuestión que sigue siendo casi desconocida. Hay muchas investigaciones sobre la Guerra de la Independencia, pero casi todas la tratan desde una perspectiva básicamente terrestre.

Dinero y Patria

-¿Un corsario era un pirata con bula gubernamental?

-Normalmente era gente del gremio de la mar, comerciantes o pescadores, que cuando estallaba una guerra decidían dedicarse al corso. Era una actividad completamente legal, que estaba incluso regulada por reales patentes concedidas por la Corona Española. Actuaban por un interés económico, pero también por motivaciones ideológicas, para defender al Rey de sus enemigos y de paso hacer caja. Todo el mundo salía ganando.

-¿El gobierno participaba directamente del botín que se obtenía en las acciones de corso?

-El protocolo es el siguiente: un mercader de Algeciras, una vez en guerra, decide hacerse corsario. Solicita la patente al Ministerio de Marina y paga 60.000 reales de vellón. Con eso cubrían una serie de circunstancias que podían darse durante el tiempo que durara la contrata. Cuando se obtenía una presa, los beneficios se repartían a modo del Tercio Vizcaíno: dos partes para el armador, y una para la tripulación. La contabilidad era estricta: incluso se describen lo que había que entregarle a un artillero, a un timonel, a un oficial...

-¿Algún personaje predilecto o 'hazaña' favorita?

-Hay un tipo que procedía de Cartagena, Miguel Gilabert, que actuó en la Bahía de Algeciras y en la zona del Estrecho a mediados del XVIII y que llevó a cabo algunas acciones muy significativas. Por ejemplo: se metió en el puerto de Gibraltar y sacó barcos ingleses que estaban allí fondeados para saquearlos. Teniendo en cuenta cómo eran las fortificaciones del Peñón, el asalto tuvo que ser un deporte de riesgo.

-¿Y gaditano?

-Hay uno de origen francés, Juan R. H. Bargen, que estaba asentado en Cádiz como comerciante, pero que a finales del XVIII se establece en Algeciras como corsario y llega a obtener un gran poder, con varias naves a su cargo. Murió aquí a principios del XIX, e incluso dejó testamento.

Narraciones literarias

-Usted ha accedido a textos en los que se cuentan algunos naufragios ocurridos en la zona con todo lujo de detalles.

-Los mejores testimonios de naufragios, narrados incluso de una forma muy literaria, al gusto de la época, vienen en un tipo de documento llamado 'Protesta de mar'. Cuando un barco llegaba a puerto y había sufrido incidencias o temporales, debía declararlo ante notario, dar parte de todo lo sucedido. Gracias a esas protestas conocemos el relato de muchos de estos episodios con todo detalle: cuáles eran los vientos, de qué parte procedían, qué tiempo hacía, y qué circunstancias llevaban a las naves, en definitiva, a hacerse papilla en los arrecifes de la costa Norte del Estrecho y en el interior de la Bahía. Si ocurre hoy en día, como hemos visto hace poco con el barco encallado en El Rinconcillo, podemos imaginarnos lo habitual que era en el pasado, con embarcaciones de madera muchos más frágiles.

-De cara al 12, vendrán más estudios e investigaciones sobre las guerras napoleónicas. ¿Cree que quedan muchas cosas nuevas por contar?

-Sin movernos del Estrecho, hay todavía bastante documentación 'inexplorada'. En los archivos de la Royal Navy, por ejemplo. No podemos olvidar que el Peñón ha sido siempre una pieza clave en el juego de las potencias mundiales, y más durante conflictos bélicos. Eso genera un flujo de información inagotable, que además hay que reinterpretar cuando se descubren nuevos datos.

-¿Cuál es la principal conclusión que se extrae de la lectura de su trabajo?

-Es llamativo el tema de las alianzas. Hasta mayo de 1808 España y Francia, unidas contra Inglaterra, permiten una gran actividad corsaria contra barcos neutrales o ingleses, aunque éstos iban siempre armados hasta los dientes. A partir de ahí, cambian los bandos, España se alía con Inglaterra, y las acciones de corso descienden radicalmente.