Razones de peso
Michelle Obama pone a sus hijas como ejemplo para combatir la epidemia de obesidad en EE UU
CORRESPONSAL. NUEVA YORK . Actualizado: GuardarMichelle Obama le ha declarado la guerra a la obesidad. Es una cuestión personal, tanto que empezó con sus propias hijas hace años, cuando el pediatra le advirtió que se estaban saliendo del cuadro. «Será mejor que vigiles su Indice de Masa Corporal (BMI, por sus siglas en inglés)», le dijo.
«No sabía muy bien qué hacer con eso del BMI», admitió el jueves pasado en Virginia, donde reclutó a la mujer del gobernador y a otros altos funcionarios del país para la campaña que lanzará la semana que viene. «A mis ojos, mis hijas eran perfectas, no les veía cambios, pero eso es parte del problema. Es difícil ver los cambios en tus propios hijos cuando vives con ellos día a día».
Lo que sí sabía es que, como madre trabajadora, «a menudo llegaba a casa por la noche después de un largo día de trabajo y me encontraba con el frigorífico vacío. Todo el mundo tenía hambre, así que descolgaba el teléfono y pedía una pizza, porque era lo más fácil. O pasaba con el coche por una de esas hamburgueserías con ventanillas en la calle, que era lo más rápido y barato. No siempre me paraba a pensar cuánta grasa y cuántas calorías había en la comida procesada que les compraba».
Sasha y Malia tienen ahora 8 y 11 años. La mayor exhibe ya un tipo de esbelta adolescente, y la pequeña le sigue los pasos con una sonrisa de dentífrico que conquista a las masas. Nadie podría imaginarse una figura distinta para esas niñas que trabajan con su madre en el huerto de la Casa Blanca y la acompañan al mercado de granjeros a por frutas y verduras frescas.
El propio pediatra se quedó estupefacto la siguiente vez que las vio, al cabo de unos meses. «¿Pero se puede saber qué diablos estás haciendo?», le preguntó, alucinado. «No mucho, de verdad», contestó ella con modestia. Y esas recetas fáciles son las que quiere compartir con su país, donde un tercio de los niños tiene sobrepeso o está obeso y sufrirá diabetes en algún momento de su vida -la mitad, en el caso de niños hispanos o afroamericanos».
Empezó por cambiarles los refrescos o el zumo de bote por un vaso de agua, la leche entera por la desnatada, a reducirle las porciones «sin darle importancia» y a «colarles» un gajo de uvas en el desayuno y una manzana en el almuerzo que se llevaban al cole, «y luego darles la brasa para asegurarme de que se lo habían comido», contó. Menos tele y más juegos, porque además de ejercicio físico «cada ocho minutos tienes un anuncio de comida basura».
Y así es como se ha propuesto combatir «una crisis de salud que amenaza el futuro de esta nación», advirtió muy seria, tras citar un estudio que proyecta las consecuencias de esa crisis de obesidad por encima de las del tabaco. Ahora que en la Casa Blanca tiene «más ayuda de la que nunca hubiera podido imaginar», todos los niños de EE UU son suyos, y es el momento de aplicar sus pequeños cambios para que se parezcan a Sasha y Malia. «La cuestión es, ¿tenemos voluntad para hacerlo?», retó. Ella sí.