
Varios testigos confirman que el escenario del crimen fue contaminado
Una vecina asegura que el hijo del matrimonio se duchó en la bañera donde su padre había aparecido muerto tan sólo unas horas antes
CÁDIZ. Actualizado: GuardarÉsta es la mejor baza de la defensa y el peor escollo que deben salvar las acusaciones: en qué medida afectaron las primeras decisiones erróneas que se adoptaron tras la muerte de Manuel Gil Palacios, en Sanlúcar hace dos años; un fallecimiento que en un primer momento se consideró un suicidio y que la autopsia lo descartó. Durante el intervalo de tiempo que medió entre ambos dictámenes, el escenario del crimen fue contaminado, como así lo confirmaron varios vecinos que ayer declararon en el juicio que se sigue contra la esposa de la víctima, acusada de asestarle un centenar de puñaladas.
Dos vecinos reconocieron que las armas que pudieron emplearse contra el fallecido -un cuchillo y unas tijeras- las tocaron varias personas. Si bien, en uno de los casos fue para arrebatárselas a la procesada cuando ésta salió de su casa asegurando que acababa de encontrar a su marido muerto. Estas declaraciones sirvieron para contradecir lo que el día antes había dicho Caridad M. C, quien aseguró que sólo había cogido las tijeras. Pero el testimonio que más sorprendió a los que ayer siguieron el juicio fue el aportado por otra vecina, quien accedió a la casa del matrimonio horas después del hallazgo del cadáver. Según esta mujer, la acusada estaba con su nuera en el salón, mientras su hijo se duchaba en el mismo baño donde había aparecido la víctima. Y es que la vivienda fue limpiada la misma noche del suceso. Esta mujer también confirmó que antes había escuchado a alguien, sin precisar quién era, pidiendo auxilio, llamando una y otra vez a Manolito -nombre familiar del hijo-.
Esta persona, guardia civil de profesión, declaró ayer y confirmó que no había indicios de malos tratos entre sus padres. Si bien, sí presenció discusiones. Definió a su padre como una persona nada agresiva y ratificó que la noche antes había dormido en la casa familiar. Aunque cuando Manuel Gil falleció, estaba fuera con su pareja, quien corroboró esta coartada. Las acusaciones centraron sus preguntas en desacreditar la imagen de mujer incapacitada que desprende la acusada. Así ninguno de los que declararon, incluido su hijo, habían visto a Caridad M. C. con muletas, salvo de forma ocasional. El fiscal consiguió probar, a través de funcionarias del Ayuntamiento, que Caridad había solicitado cita con la psicóloga para hablar sobre su matrimonio, pero que la canceló el día del crimen, a primera hora.