No soy un ideólogo
Actualizado:Ése es el descargo a su favor que ha tenido que hacer Obama estos días ante la acusación que le hacen sus detractores: prestar atención prioritaria a los problemas que afectan a las mayorías que, curiosamente y tras más de dos siglos de democracia, siguen siendo las más vapuleadas por el vendaval neoliberal que reclama, por si cuela, una reducción indiscriminada de impuestos. Esas élites que realmente administran, en Estados Unidos y en todo el mundo, no ya sólo la propiedad, sino los mecanismos de apropiación, están a parir con ese presidente negro que, 'huummm', parece querer arrancarles unas migajas de sus sustanciosos e inmorales privilegios.
En un debate que ha sostenido con miembros republicanos de la Cámara de Representantes, Obama ha dicho también, ante el insistente igualitarismo impositivo del partido republicano, que él «no es partidario de bajarle los impuestos a Warren Buffet», la mayor fortuna del país. Si a esto añadimos la explícita declaración de guerra a la gran banca americana por su proclividad a reincidir en el delito monetario legal en que se han convertido las finanzas globales, tengo que decir que no creo a Obama. Si «ideología» significa, de una manera muy general, gobernar con unos criterios de justicia que exigen la reparación de tanto y tanto daño infligido a la mayoría de la gente por parte de los acaparadores del planeta, Obama es un ideólogo. De ahí que sus palabras, sus gestos, resulten atractivos y convincentes para quienes miran más allá de sus bolsillos.
Creo que a esos dirigentes demasiado preocupados por la 'realpolitik' se les ha pasado ya el arroz de la historia: de ahí lo aburridos, poco creíbles y vacíos que resultan sus discursos, más atentos a su propio mantenimiento en la cresta del 'statu quo' que de remover los cimientos de un mundo que resulta ya un obstáculo para el verdadero progreso de la humanidad. Por muy sereno que se intente permanecer (los desencantos provienen de un encantamiento desmesurado) ante la eufórica obamanía de hace un año, no puede uno menos que sentirse ideológicamente afín a un mandatario que, con un Nóbel de la Paz a sus espaldas, declara explícitamente la guerra a quienes se resisten a dar pasos, aunque sean tímidos, hacia un mundo donde la apropiación y la rapiña no sean contempladas como naturales e inevitables. Creo que en eso está Obama. Y por ello es, en buena hora, ideólogo.