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La acusada es escoltada por dos agentes a su salida del juzgado. :: A. V.
Ciudadanos

«Yo no maté a mi marido, él era el amor de mi vida»

Caridad M. C. niega haber asesinado a su esposo, quien recibió 104 puñaladas en la bañera de su casa en Sanlúcar, en 2008

S. TUBIO
CÁDIZ.Actualizado:

Su voz suena muy débil, tanto que a la sala le costaba ayer entender lo que decía. Con muletas y una movilidad muy reducida, se hace complicado imaginársela en el cuerpo de una asesina, asestando hasta 104 puñaladas al que fue su marido. Al menos, ésa es la imagen que quiso trasladar Caridad M. C, de 52 años, al jurado y a la magistrada de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial que preside desde ayer el juicio por la muerte de Manuel Gil Palacios, acaecida en enero de 2008 en Sanlúcar. Frente a esta apariencia de mujer consumida por los achaques está la versión que esgrimen las acusaciones, que ayer le preguntaron en varias ocasiones por su reacción cuando le comunicaron hace dos años que iba a ser enviada a prisión preventiva: «¿No es más cierto que empujó a un policía y tuvo que ser reducida?», le interpeló el fiscal, desdibujando así la imagen de señora impedida.

Nueve ciudadanos -cuatro mujeres y cinco hombres- serán los encargados de decidir por una de las dos versiones, «en función de las pruebas que aquí se muestren». El letrado de la acusación particular, que representa a la familia del fallecido, sostuvo que hay material suficiente para condenar a la procesada, para quien pide 25 años de prisión por un delito de asesinato; cinco más de lo solicitado por la Fiscalía. La primera jornada de la vista oral fue invertida para elegir a los ciudadanos que componen el tribunal popular y para el interrogatorio de la única acusada.

Fallos en la investigación

La estrategia de la defensa se vislumbró en la primera intervención de la abogada de Caridad M. C: generar la suficiente duda en el jurado para obtener un veredicto de no culpabilidad. Y para ello va a explotar al máximo los fallos de una investigación que comenzó con mal pie. El forense que realizó el levantamiento del cadáver certificó que la víctima se había suicidado pese al centenar de heridas que presentaba el cadáver. Si bien ese primer dictamen fue corregido por la autopsia, que confirmó que había sido una muerte violenta. Sin embargo, ese arranque en falso de las pesquisas provocó una cadena de decisiones fallidas que la defensa se encargó de recordar: «El 9 de enero ocurren los hechos, pero la vivienda no es precintada hasta el día 14. La Policía autorizó limpiar el escenario la misma noche en la que apareció muerto Manuel y se habla de unas ropas que nunca fueron encontradas». La letrada se refería a las prendas que vestía la acusada cuando supuestamente apuñaló a su esposo y que, según la acusación, se debió deshacer de ellas porque cuando fue encontrada junto a su marido, apenas estaba manchada de sangre.

La procesada describió a su marido como una persona que bebía en exceso, sufría crisis por una dolencia psiquiátrica y le habían diagnosticado el mal de Wilson; una enfermedad poco común que consiste en el deterioro de ciertos órganos como el hígado por la acumulación excesiva de cobre en el organismo. El fiscal le preguntó por qué nunca fue tratado, como ella, por psicólogos ni tampoco hay constancia alguna de que a su esposo le hubieran detectado esa enfermedad. Sin embargo le preguntó si ella conocía que la autopsia reveló síntomas de envenenamiento progresivo con un compuesto de fosforato.

Caridad M. C. relató que estuvo todo el día con su marido en casa y que a media tarde éste le pidió que le comprara «pan calentito». Ella salió y al regresar, se encontró a su esposo en la bañera. «Yo no maté a mi marido, él era el amor de mi vida; el padre de mi hijo». Entre sollozos aclaró que las heridas que presentaba en las manos se las produjo al quitarle las tijeras que tenía la víctima.