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Volvemos a Rambo III

Pondrán dinero en Afganistán, pero no para neutralizar a los integristas. Les van a dar el poder

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No había caído el Muro de Berlín. Rambo III fue estrenada en 1988. Silvester Stallone como John Rambo iniciaba la tercera parte de la saga con misión en Afganistán para suministrar cohetes y armas a los muyaidines afganos en su lucha contra el Ejército soviético. La película se dedicaba a la «gallarda gente de Afganistán», «luchadores por la libertad». Ahora se van a poner muchos millones para que gobiernen los talibanes junto al presidente Karzai.

Perdonen que me ponga susceptible. Conocí a Suraya Pakzad, una mujer afgana a la que los fanáticos desean asesinar desde que hace diez años abrió en su casa una escuela secreta para niñas, cuando gobernaban los talibanes y las mujeres las tenían prohibidas. Estaba ilusionada porque había conseguido abrir cuatro centros de formación en liderazgo para mujeres, con fondos norteamericanos. En Madrid pedía que no les abandonásemos, que en los dos últimos años habían empeorado las cosas y que sus colaboradoras no podían llegar a la red de acogida de mujeres maltratadas que atendían en poblaciones rurales. Decía que el miedo y la pobreza llevaban a muchos a subordinarse a los talibanes. Van a poner dinero en Afganistán, pero no para neutralizar a los integristas. Ya no. Les van a dar el poder.

La cumbre sobre Afganistán de Londres, con su foto oficial para evocar tan histórico momento, me revolvió las tripas pensando en Suraya y en las activistas afganas como ella que han sido asesinadas estos años. Pensé en las mujeres que han acudido a los centros de Voice of Women Organization y en lo que les irá pasando paulatinamente en adelante. Amin Maalouf escribía en su último libro que «nuestra época le brinda a Occidente la oportunidad de restaurar su credibilidad ética, no dándose golpes de pecho, no abriéndose a toda la miseria del mundo, ni transigiendo con valores importados de otros lugares, sino antes bien, siendo por fin fiel a sus propios valores, respetuoso con la democracia, respetuoso con los derechos humanos, atento a la equidad, a la libertad individual y al laicismo». Porque durante siglos fue incapaz de aplicar a los demás pueblos los principios que aplicó a sus propios pueblos y que labraron su grandeza.

Hay mucho dinero para este nuevo programa en Afganistán y para la propaganda. La avanzadilla apareció públicamente en la capital británica con un experto que señaló que se aplicaría por fin un esquema «sin vencedores, ni vencidos». No pude evitar reconocer en este sujeto el ADN de un caradura buscavidas. Es, claro, una percepción hipersubjetiva e hipersensible que espero también perdonarán. Pero no pude evitar mirar la foto de los dirigentes mundiales en Londres y en la maraña de pensamientos recordar el dicho castellano que reza 'reunión de pastores, oveja muerta'. Pobre Suraya.