CASI GOL
Actualizado: GuardarEn cierta ocasión nocturna, un señor de las aceras, un 'sin techo hipotecado', seguramente animado por algunos sorbos de 'tetrabrik' peleón, me brindó un comentario que me hizo reflexionar sobre nuestra verdadera esencia, la suya y la mía, querida lectora, estimado lector. Aquel señor me dijo: «Eres un número uno, un campeón». Pero antes de que mi ego pudiera encajar tanta lisonja, añadió: «Todos somos unos campeones, nuestro espermatozoide llegó el primero en una carrera en la que participaban millones, no lo olvide nunca chaval». Era un piropo democrático. En aquel momento, me sentí una especie de plusmarquista mundial de no sé qué especialidad; también dediqué un pensamiento solidario a todos los proyectos de persona que se quedaron a las puertas del óvulo, a los que casi consiguen ser 'yo'. Recuerdo que celebré mi triunfo sobradamente. Reconozco que, durante un tiempo, me cambió la manera de mirar a las personas, veía campeones por todas partes, números uno, como si todos estuviéramos en el Olimpo y fuéramos una especie de dioses con algunas licencias terrenales. Es curioso, pero si es cierto que somos los elegidos entre millones de probabilidades, es lógico pensar que no debemos aspirar a mucho más en la vida. Intentar ganar otra carrera semejante sería una osadía, o demostrar una avaricia sin límites. Vamos, que, por norma, nos tenemos que conformar con entrar en el pelotón de los gregarios y no aspirar a disputar todos los esprines. Sí amigos, en cuestión de palmarés, y salvo rarísimas excepciones de espermatozoides 'pelmas' como Adriàs, Nadales, Beyoncés y Gasoles, siempre vamos a ir a peor; nunca más ganaremos a millones de competidores. Por eso, es necesario que aprendamos a disfrutar de los «uyyyyy» tanto o más que de los goles. Al final, aquello de «lo importante es participar» va a ser cierto, mal que nos pese. Pasen buen día y si les pide el cuerpo ponerse un maillot amarillo, dense el capricho.