Jerez

«No vamos al colegio a merendar»

Los centros de educación de adultos reciben cada vez a más jóvenes mientras que los veteranos empiezan a sentirse relegados Los mayores piden tener «el mismo derecho a seguir estudiando en la escuela»

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Juana, Consuelo, María, Manoli, Antonia e Isabel son compañeras de clase. Acuden cada día al Centro de Educación Permanente Trece Rosas donde han aprendido, como ellas dicen, a defenderse en la vida cotidiana. Quieren que otras tantas personas, en su mayoría mujeres, recuperen la oportunidad que no tuvieron de pequeñas de ir al colegio pero ven que el aumento de jóvenes que acuden a estos centros en busca de títulos para aspirar a mejores puestos de trabajo está relegando a los mayores.

«Estos colegios nacieron para alfabetización de adultos. No se pueden convertir en centros para jóvenes que no han aprobado a su tiempo», dijo Consuelo Sánchez. «Los jóvenes tienen que estudiar pero los mayores también. En Andalucía sigue habiendo analfabetos», continuó. Estas alumnas consideran que la falta de profesores y de espacios que están padeciendo los centros de educación permanente están empujando a la calle a los mayores para dar prioridad a los más jóvenes: «Ellos tienen derecho a estudiar, por supuesto, pero los mayores también», dijeron. Por eso reclaman «más personal y más sitio para que quepamos todos, para que a nadie se le cierren las puertas y que el colegio se llene».

Uno de los motivos de este sensación de desplazamiento que perciben los mayores es que sus clases han pasado a última hora de la tarde, algo que dificulta la asistencia a alumnos que tienen hasta 80 años de edad.

Medidas

De momento, la asociación de alumnos Grandes Ideas enviará una carta firmada por un grupo de alumnos a la Consejería de Educación para mostrarle su descontento: «Queremos que los mayores entiendan lo que leen y lo que escriben, lo que ven en la televisión y lo que oyen. Queremos que haya cultura general», dijeron.

En este colegio -ubicado en el solar del antiguo Blas Infante- hay matriculados más de 800 alumnos y la mayoría de ellos tiene entre 40 y 70 años aunque el número de jóvenes va en aumento. «Nuestra generación ha contribuido a la sociedad del bienestar, no tuvimos la oportunidad de aprender porque había que trabajar y pagamos impuestos como los demás. Y la sociedad capitalista de ahora usa a las personas y después las tira. No nos pueden quitar este derecho», dijo convencida Consuelo Sánchez, ante el asentimiento generalizado de sus compañeras.

«No venimos a tomar café ni a merendar, como dicen algunos. Hay señoras que han aprendido aquí a firmar, a ir al banco y a rellenar un formulario ellas solas. Y la nueva normativa que ya se está aplicando en los centros intenta que nos aburramos y nos acabemos yendo», explicaron. Isabel Cobo, Antonia Zambrano, Juana Sánchez, María Guerra y María Bautista aseguraron que esta reivindicación no es para ellas «sino para los que vienen detrás. Queremos ver este colegio lleno de gente aprendiendo a leer porque para eso hemos luchado».

Valor emocional

Además de su función académica, los centros de educación de adultos desempeñan otra labor no menos importante: la emocional y social. Muchos de los alumnos han encontrado en el colegio de adultos una manera de relacionarse, de conocer a otras personas en su misma situación o de salir de una depresión. De hecho, son los médicos de Atención Primaria en algunas ocasiones los que remiten a sus pacientes a los colegios de adultos.

«Estaba muy sola y mi hermana me animó a venir», dijo María Bautista, que durante el primer año de clases consiguió sacarse el Graduado Escolar. «Además de aprender, tengo amigas porque no sólo somos compañeras. Ahora no se me pasa por la cabeza dejar el colegio, me hace mucha falta», explicó esta alumna.

Antonia Zambrano regresó al colegio muchos años después de que le enseñaran de pequeña «las cuatro reglas». Trabajó desde muy joven y se trasladó a vivir a Alicante donde estuvo 33 años. «Siempre quise tener el graduado y aquí he encontrado lo que buscaba: quiero leer, entender lo que leo y escribir correctamente», aseguró. La misma intención llevaba Manoli Bustillo -ahora presidenta de la asociación de alumnos Grandes Ideas y representante de los estudiantes en el Consejo Escolar- cuando llegó al colegio hace cinco años: «Me casé joven y me dediqué a mi familia. Quería aprender a desenvolverme en el día a día porque hay muchas cosas nuevas. Me gusta todo lo que aprendo, cualquier asignatura».