Cría de 'Hyrcus'. Esta mujer de 84 años cuida de uno de los rebaños más grandes en la zona rocosa de Mongolia. :: Bruno Rotunno.
Gente

A la caza del cashmere

Loro Piana, la firma que distribuye los mejores tejidos, engrandece el lujo con «ética, conciencia ecológica y respetando a los pastores»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cada año, entre abril y mayo, especialistas de Loro Piana, una de las marcas más exquisitas del lujo italiano, emprenden una de las aventuras más excitantes y éticas del mundo de la moda. Una delegación de la firma, famosa por elaborar las mejores telas y surtir a las sastrerías más exclusivas, hace las maletas rumbo a uno de los parajes más inhóspitos de la Tierra: la zona rocosa del interior de Mongolia. Llegan hasta el desierto de Gobi, en la región de Alashan Zuoqui, donde negocian con mujeres ancianas como la de la imagen principal de esta página para hacerse con las fibras más suaves y finas de las cotizadas cabras 'Hyrcus'. Blancas como ovejitas, los hermanos Sergio y Pier Luigi tejen con su lana un negocio fabricado a base de conciencia ecológica.

Es la palabra que les dieron a los pastores con los que vienen haciendo tratos desde 1995. Forma parte de los principios de una empresa surgida a finales del siglo XIX y que extienden a sus clientes, que quieren lo mejor para ellos «pero también para el planeta». Tienen la suerte de abrazar las materias primas más exquisitas, por supuesto, pero no a cualquier a precio. Desean abrigarse con los tejidos más cálidos y ligeros -el cashmere de Mongolia y China, la vicuña de Perú, la lana merino de Australia y durante los últimos años la 'pecora' negra (oveja negra) de Nueva Zelanda- pero sin sacrificios de por medio. Vestir de la manera más exclusiva sin cargo de conciencia.

Por eso, Loro Piana cuida mucho las forma. En particular, con criadores como esta mongola de 84 años, que desde 1950 tiene a su cargo a los cuatro miembros de su familia y cuida de uno de los rebaños más grandes que pastan en una de las zonas todavía vírgenes de Asia. En total, 450 cabras. Su único medio de vida.

Un «solo cepillado» en su vida

El «largo viaje de la excelencia», como definen los propietarios de Loro Piana la búsqueda del 'baby cashmere', culmina siempre en tierras no contaminadas y es, ante todo, una delicada operación en la que deben respetar los rituales y tradiciones seculares de pueblos cuya historia les ha enseñado a vivir de acuerdo «con las reglas de la naturaleza» y en «armonía» con las de su entorno. Tribus nómadas que se resisten a dejar ninguna «marca permanente» en el paisaje para «no ofender a los cielos». Como hace el niño de la fotografía inferior, que en invierno va a la escuela y en verano corre detrás de las cabras de sus padres y abuelos.

Estos hermanos se conocen al dedillo una lección que ejecutan todos los años de una forma «totalmente inocua». El animal no sufre ningún daño. Extraen la valiosa y rara fibra del 'baby cashmere' de la lana más fina, de la capa menos superficial de las crías de la cabras 'Hyrcus'. Con una particularidad: sólo les sirven ejemplares de entre 3 y 12 meses. Nunca de más edad. Con las criaturas más tiernas arrancan un tejido excepcionalmente fino, ya que logran hebras de un grosor de tan sólo 13 micras frente a las 14 ó 15 del cachemir tradicional. Loro Piana garantiza a los pastores «un solo cepillado» en la vida de estos animales, pese a las pequeñas cantidades que obtienen. Con cada cabra esquilada separan alrededor de 80 gramos, si bien, tras eliminar las fibras «más toscas», apenas les quedan 30 utilizables.

Una producción extremadamente limitada, ya que necesitan la lana de al menos 19 crías para confeccionar un jersey y de 58 para hacer un abrigo. Pero la búsqueda de la excelencia, cuyo último viaje ha sido documentado a través de la mirada del fotógrafo Bruno Rotunno, comienza en la selección de los materiales. «Escoger lo mejor del mundo es la pasión» de esta familia de Trivero. Es el faro que ha guiado a la seis generaciones de esta saga que comenzó como una empresa textil suministrando telas a las casas más exclusivas -Christian Dior, Balenciaga, Chanel, Hermès... - y ha acabado convertida en una firma de moda y fabricando ropa de hogar.

Arrasan desde que en 1992 confeccionaron prendas ligeras para el equipo olímpico italiano de hípica: chaquetas que no hacían el más mínimo ruido para evitar distraer a los caballos. Sergio y Pier Luigi mantienen sus reglas. Son unos rara avis en este mundo. Se alternan en la presidencia cada tres años. No se anuncian en revistas, sino en regatas y carreras de caballos. Curiosamente, a ninguno de ellos les interesa la moda. Se consideran «empresarios». De éxito. En 2008 facturaron casi 430 millones de euros. Y aunque no se definen como los «salvadores del mundo», aspiran a «hacer las cosas bien» y ofrecer un lujo ético. Como la consecución de su preciado cashmere.