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:: TEXTO: ISABEL URRUTIA :: FOTOGRAFÍA: RYSZARD MOROZ/AP
Sociedad

Cuatro días a la deriva en el Báltico

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No hace falta tener cuatro patas ni rabo para que se te encoja el corazón. ¿Qué hace ese pobre allí? ¿No hay nadie que le eche un cable? Lo mismo debieron de preguntarse los tripulantes del 'Báltica', un buque polaco de investigación oceanográfica que ayer surcaba tranquilamente las aguas del mar Báltico, cerca de la localidad polaca de Gdynia. Pero hete aquí que avistaron una manchita oscura que se arrastraba por los témpanos de hielo. «¡Todos creíamos que era una foca!», decía Jerzy Wosachlo, el capitán. Normal. ¿Qué iba a ser si no? Se encontraban a 120 kilómetros de la costa y la temperatura en algunas zonas del país se había desplomado a 34 grados bajo cero.

Con un tiempo así, más vale quedarse en casa con el hocico sobre un cojín y la tripa llena. Es lo que piensa cualquier perro con sentido común. Y entonces, ¿qué hacía este zascandil trasteando entre islotes congelados? Nada menos que cuatro días se pasó por allí, avanzando mar adentro, sin detenerse ni un minuto. Huía de la muerte. La lengua le sangraba por el frío pero él cerraba las fauces y seguía, seguía... Y todo porque, por lo visto, el pasado fin de semana dio un mal paso: mientras jugaba en la orilla del río Vistola, que rodea la ciudad de Turonia, saltó a una superficie helada que se desgajó y salió despedida por la corriente.

De no ser por el 'Báltica', no habría resistido más. «Ya ni ladraba... Yo no paraba de hablarle para que se tranquilizara...», contaba un marino. Una vez a bordo, lo abrigaron con mantas térmicas, le dieron de comer y le pusieron 'Szczeslliwy'. O sea, 'afortunado' en polaco.