DOCTOR IURIS

Procuradores

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O personeros. Así los llamaba Alfonso X, 'El Sabio'. Pertenecen a nuestro sistema jurídico desde siempre y desde hace una década, al menos, vienen siendo postrados ante la guillotina legislativa. En el proceso de creación de la Ley de Enjuiciamiento Civil hoy vigente sesudos políticos planearon acabar con la procuraduría sin éxito. Hubo una razón fundamental: los derechos adquiridos de miles de profesionales del derecho en España a los que no se podía dejar sin oficio de un día para otro. Y llegó diciembre de 2009. Los rumores de la cercana desaparición de esta especie particular que puebla las salas de vistas españolas afloraron el verano del pasado año con la discusión de la Ley Ómnibus.

Una crisis es a la vez un peligro y una oportunidad, dicen los japoneses. La jungla, los cuchillos ensangrentados, dice un amigo, eso es lo que les espera a ellos, los procuradores. La clave ha sido la modificación del principio de territorialidad tal y como se hizo no hace tanto con los abogados: un procurador puede ejercer en todas y cada una de las circunscripciones judiciales de España. Un profesional con despacho abierto en la bicentenaria Isla de León puede ya presentar demandas en Ferrol y en Villafranca de los Barros.

Existe otro problema relevante: no está claro el mantenimiento de los aranceles, cuyos principales beneficiarios -o sufridores- son los notarios, registradores y procuradores. Honorarios libres, libre competencia. Los juristas veteranos miran con recelo y temor esta novedad legislativa ómnibus que acabará más pronto que tarde por provocar la emigración de procuradores a partidos judiciales distintos del suyo propio, en perjuicio de los que, por ejemplo, ejerzan en las sedes de las Audiencias Provinciales, que verán acudir a los compañeros de las plazas cercanas a las apelaciones civiles, por ejemplo, para continuar sus pleitos de instancia. El futuro, esa jungla de la que hablaba mi amigo, pasa por las redes de procuradores, la asociación con letrados y la creación de despachos colectivos. Infraestructura. Movilidad. El que pueda o lo consiga. Es la muerte del despacho unipersonal, el fin del jurista de media jornada. Renovarse o morir una vez más en esta patria que no dice con claridad si te quiere o no, cual pétalo de margarita. Son malos tiempos para la procura, que siente que la quieren extinguir. Voces radicales de la abogacía piden su cabeza, su muerte, sus honorarios para sí, sin pensar en las consecuencias. Yo no concibo mi profesión sin el reflejo convexo que representa a la parte y apoya a la defensa técnica. Hay que darle su sitio. Lo están pasando mal, los procus. Injustamente. El ciudadano de a pie no sabe la auténtica importancia de estos desconocidos: los plazos salvados, los consejos inevaluables, el lazo conciliador con la oficina judicial o la asesoría de la experiencia. Y ahora esto del ómnibus. No se lo merecían. Son nosotros. Fundamentales. Vivir.