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Vida en la línea de la muerte
Actualizado: GuardarEl rojo de sus pétalos y el verde de sus hojas aportan las únicas notas de color a una fotografía mortecina. Triste. Melancólica. La rosa parece querer abrazar la línea férrea, dotar de algo de humanidad al frío metal, sumirlo en su ternura. No es cualquier vía. Por ella transitaron centenares de trenes cargados de muertos en vida: vagones repletos de judíos, de intelectuales, de prisioneros de guerra, de seres humanos al fin y al cabo, en su infausta ruta hacia el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, el mayor de la barbarie nazi y donde se calcula que fueron asesinadas dos millones y medio de personas. Hoy se cumple el 65 aniversario de la liberación del lugar por el ejército soviético, fecha fijada por la ONU como Día Internacional para honrar la Memoria de las Víctimas del Holocausto.
«Arbeit macht frei», «el trabajo os hará libres», podían leer los confinados a su paso por una de las entradas al campo. El cruel juego de los nazis con la esperanza de los pobres infelices que acabarían gaseados, colgados o incluso encerrados hasta morir de hambre bajo el exterminio ideado por el 'reichsfürer' Heinrich Himmler. Una infamia para no olvidar. Pero el hombre es de memoria corta. Y la historia no ha parado de repetirse. La ex Yugoslavia, Ruanda, Somalia, Palestina... Nuevas limpiezas étnicas. Hombres convertidos en lobos para otros hombres. Aunque el verde y rojo de las rosas siempre logra abrirse camino. Como escribió Ana Frank: «No veo la miseria que hay, sino la belleza que aún queda».