Nuestro cementerio
La energía nuclear es discutible, pero sostiene el funcionamiento de la actual forma de vida
Actualizado: GuardarEn otra vida, un servidor fue abogado. En esa condición pudo disfrutar de unas cuantas experiencias memorables, pero quizá pocas como la de defender a una central nuclear ante un tribunal de justicia. El asunto era eminentemente privado, una demanda por daños económicos. Ninguna persona había sufrido lesión alguna por la operación de la central, y aun en cuanto a la reclamación pecuniaria que se planteaba había serias dudas, como puso de manifiesto la decisión final de la justicia, que vino a reducir a la décima parte las pretensiones del demandante. Quizá por eso, aquella vista se convirtió en un alegato contra la codicia criminal y poco menos que asesina de la empresa titular de aquella instalación, con el que el letrado de la parte contraria procuraba, hábil y legítimamente, distraer la atención sobre la precaria consistencia de los intereses que él defendía.
Mientras le escuchaba, con la toga puesta y pensando en cómo le iba a responder, en términos estrictamente jurídicos, quien esto escribe no pudo evitar que le interfirieran, en lo que en ese momento era su deber profesional, dos ideas peregrinas. La primera, que si algún día quería escribir en alguna novela sobre cómo se sentía el abogado defensor de un criminal de guerra o cualquier otro tipo de monstruo, ya contaba con una experiencia propia de la que echar mano. La segunda, a qué cifra ascendería el consumo de kilowatios-hora de origen nuclear que a esas alturas de su vida (el letrado oponente no era un hombre joven) habría hecho quien con tanta saña y tan horrorizado desprecio se empleaba contra la industria que los generaba.
No era, desde luego, una cifra pequeña. En los últimos decenios, la energía nuclear ha proporcionado una cuota de alrededor del 20% del consumo eléctrico español. Es además, por su carácter de energía de base, la que aguanta el sistema en los momentos crudos (el crudo invierno y, aún peor, el crudo verano, cuando todo el mundo quiere estar fresquito y no dan vueltas los molinos). Ha contribuido sensiblemente a bajar nuestra aportación a los gases de efecto invernadero, poniéndonos mucho más fácil el poder cumplir con Kioto. Y en 40 años, con 12 reactores en operación comercial, no se ha producido ningún incidente radiactivo gravemente dañoso.
La energía nuclear es cara y genera riesgos a corto y largo plazo. Es pues, discutible. Pero la usamos, y sostiene el funcionamiento de nuestra actual forma de vida. Por ello, ese cementerio de residuos es el cementerio de todos. Nuestro cementerio. Y es pueril, además de demagógico, pretender que no vaya a ponerse en ningún sitio. Búsquese el mejor. El más seguro. Y basta ya de demagogia. Hace 15 años que sabemos que hay que hacerlo. Que nos haya pillado el toro es el fallo de todos.