RESIDUOS

Está claro que la ideología tiene sus lagunas, que no abarca todos los órdenes de la vida. Es más, está sujeta a libre interpretación. Hoy en día, todos hacemos versiones del ideario para acomodarlas a nuestros fondos. Así, canta el cura que el cantante progre tiene demasiados bienes como para abanderar la lucha obrera, y su razón no le falta. Supongo que también tendrá razones el tal cantante para justificar la autoría de algunas adquisiciones. Todo es relativo, lo dijo Einstein, y no voy ser yo quien enmiende la plana al genio.

Ahora, y en relación con los residuos nucleares, estamos viviendo una recreación de esta teoría de la relatividad ideológica. El tema, se mire por donde se mire, es atractivo para los que vivimos del cuento. Desde la lógica popular, es curioso comprobar cómo algunos pueblos no quieren inmigrantes y otros votan para que les pongan un almacén con peladuras y despojos atómicos. Y todos, los unos y los otros, además, pendientes del tema verdaderamente importante; de la sanción que le va a caer a Cristiano Ronaldo por quitarle los mocos amablemente a un jugador contrario. Lo cierto es que generamos mucho residuo, y aunque parezca mentira, el nuclear no es el más peligroso. De todas formas, llama la atención que algunos pueblos quieran ser la sede de la 'bomba deconstruida', más que nada, porque la palabra 'nuclear' todavía tiene connotaciones que entroncan con palabras como 'Chernóbil', y no da buen rollo.

Yo, que siempre intento buscar una explicación a todo comportamiento humano, creo que puedo arrojar luz en este particular. La culpa de la inconsciencia colectiva que lleva a pueblos enteros a pedir residuos para sus almacenes la tienen Los Simpson, más concretamente Homer, el padre tarambana. Sí, este señor animado trabaja en la central nuclear de su pueblo 'Springfield' como todos sabemos. Pienso que esta constante asociación de comedia hilarante con central nuclear ha conseguido quitarle hierro al uranio. Pasen buen día.