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Los alumnos de Yale festejan su graduación :: BOB CHILD/AP
Sociedad

La Universidad donde 'estudiaba' la mafia

En la facultad de Medicina de Bari, los exámenes duermen en la Prefectura de Policía y los alumnos deben pasar por un detector de metales

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He ganado porque era el mejor preparado. Y quizá también porque fui el más listo». Antonio se presentó en el año 2007 a los exámenes para acceder a la facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Bari (Italia). La prueba era difícil y, por si acaso, Antonio y otros cincuenta jóvenes decidieron buscarse una ayudita extra: pagaron a una red mafiosa por una serie de «clases particulares». Lo de menos fueron aquellas lecciones privadas, si acaso existieron; lo realmente importante fue que, durante el examen, los alumnos 'pagadores' recibían en sus teléfonos móviles las respuestas exactas a todas las preguntas. La organización había robado los exámenes, había montado una central operativa en el exterior de la facultad e iba suministrando la información a los estudiantes. «Eso son exageraciones de los periódicos -remataba Antonio, entrevistado por el diario 'La Repubblica'-; simplemente, los tiempos avanzan y nosotros manejamos las nuevas tecnologías».

Finalmente, los carabineros desmantelaron la red y encontraron que, además de los estudiantes, que habían pagado entre 8.000 y 30.000 euros, estaban implicados profesores y personal administrativo. El rector de la Universidad, Corrado Petrocelli, decidió anular los resultados de la prueba. Desde entonces, cada vez que se convoca un examen en Bari, la facultad de Medicina parece un búnker: los exámenes duermen custodiados en la Prefectura de Policía, luego se dirigen en un camión blindado a la sede universitaria. Para acceder al aula, los estudiantes pasan por un detector de metales y todo el área está sometida al influjo de inhibidores de frecuencia. Dentro, más de 400 personas vigilan para que nadie se crea, como Antonio, «el más listo». «Cueste lo que cueste -dijo el rector-, hay que recuperar el prestigio y la honorabilidad de la Universidad de Bari».

Sin llegar a los extremos italianos, los estudiantes españoles también buscan continuas maneras de burlar la vigilancia y encontrar un atajo hacia el aprobado. De momento, según los profesores encuestados, las nuevas tecnologías se han introducido con timidez y la eterna chuleta sigue reinando. Al menos, los procesadores de texto permiten reducir la letra al mínimo legible y evitan el trabajo de miniaturista de los alumnos del siglo XX, armados únicamente con bolígrafo y papel. Óscar García, de la Universidad de Aalborg (Dinamarca), apunta además que la tentación de copiar, muy propia de los países latinos, no se atempera con la edad: «Cuando estudié Ciencias Políticas en la UNED, me resultó muy llamativo ver la naturalidad con la que estudiantes de más de 50 años sacaban los apuntes encima de la mesa».