:: TEXTO: FRANCISCO APAOLAZA :: FOTOGRAFÍA: BEHROUZ MEHRI/AFP
Sociedad

Planes de boda

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No resaltan los anillos de la novia, ni los pesados collares de oro, ni las relucientes pulseras, ni el recargado carmín de los labios. Ni las larguísimas pestañas de maniquí de droguería antigua. Nada se impone en la foto sobre los gestos de las manos de las niñas. Son tres pequeñas y en su manera de agarrar el brazo de la silla y de empujarse se dibuja el ansia por ser novias. Por llegar a la plenitud de su hermana, protagonista en la boda que se celebra en Islamabad (Pakistán). O tal vez no lo quieran tanto. Khalil, con su esplendoroso 'gharara' ribeteado de oros, deja las manos sobre el regazo y tira una mirada sumisa al suelo ante su destino, como «una niña de papel y luna», que hubiera dicho Neruda.

Ella es una de las novias concertadas que se casan todos los días en Pakistán. Forman parejas pactadas que tienen en común poco más que la nacionalidad, la religión y el estatus familiar. La tradición carece de atajos para evitar estas uniones forzadas y cada cierto tiempo los titulares dan fe de mujeres ajusticiadas por querer ser libres, por negarse a una boda amañada con un hombre al que ni siquiera conocen y al que están unidas desde la niñez.

Pero la imagen de Behrouz Mehri regresa una y otra vez al imán visual de las manos de las niñas manchadas de hena y esmalte, a los brazos envueltos en pulseras de juguete. Fascinan sus ojos como platos, asombrados de niñez y a la vez ancianos de escepticismo. Casi de miedo. Como si en mitad de un cuento de príncipes a caballo y princesas con melena, alguien les hubiera susurrado: «Cuidado con lo que deseas».