Quién da más
Actualizado: GuardarScarlett Johansson entiende mucho de caridad. Y ya se sabe que la caridad bien entendida... empieza por uno mismo. De modo que la actriz ha vuelto a hacerlo. Se ha ofrecido a sí misma en pública subasta para recaudar dinero y ayudar a las víctimas del terremoto de Haití. Hasta aquí todo bien. Lo sospechoso es que las dos ocasiones en las que Scarlett ha decidido sacar su cotizada persona a subasta coinciden (¿casualidad?) con que la artista tenía algo que promocionar. La primera vez fue una película. Y ahora, la obra de teatro que acaba de estrenar en Broadway.
Scarlett subasta unas entradas y un encuentro (no más de diez minutos) con ella al precio de... ¿unos pocos miles de dólares? Y a cambio obtiene una triple carambola: impacto mediático inconmensurable, repercusión extraordinaria de su obra de teatro y resplandeciente lavado de imagen. Francamente, qué publicidad tan barata. Estoy segura de que una actriz multimillonaria como ella se gasta esa cantidad en un caprichito y su economía ni se entera. Quiero decir que si lo que Johansson desea es ayudar a Haití seguro que puede donar eso y más sin necesidad de recurrir a la autopromoción, ni crear el desagradable tufillo que emana de mezclar una desgarradora tragedia con una campaña de marketing. Pero hoy el mundo funciona así. Parece que hasta la solidaridad tenga que venir con premio (un disco, un autógrafo...), como si fuera un Kinder sorpresa. Venga usted a ver mi película y destinaré un porcentaje a las víctimas de tal o cual catástrofe... No, mire, rasque usted lo que crea oportuno de donde duele (el bolsillo), igual que han hecho muchos ciudadanos anónimos sin darse tanto autobombo, y si nos apetece ya iremos a ver su película, pero por que nos place, no por hacer un bien a la humanidad y de rebote a sus propios intereses. Porque al final, ¿quién utiliza a quién? ¿El famoso se aprovecha de su fama para paliar una desgracia o se aprovecha de la desgracia para apuntalar su fama?