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Sociedad

Haití sepulta lo mejor del arte naif

La mayor colección de esta corriente pictórica desaparece en el devastador terremoto

JON FERNÁNDEZ
Actualizado:

Tembló la tierra y Haití quedó sumergida en el caos. Cadáveres sepultados bajo los edificios, hambre, pillaje... En medio de lo que muchos consideran la mayor alerta humanitaria de los últimos tiempos, la capital del país más pobre de América vive también otra tragedia menos conocida: la pérdida de su principal patrimonio cultural. Puerto Príncipe no sólo ha perdido esculturas y monumentos de incalculable valor simbólico. Casi toda la colección de arte naif más importante del mundo ha quedado además sepultada bajo los escombros del Museo Galería Nader, cuya sede también se vino abajo en el devastador seísmo del pasado 12 de enero. Apenas 400 de los 15.000 óleos han podido ser rescatados entre los cascotes. El resto se perdió para siempre.

Era el mayor tesoro cultural del país, uno de sus escasísimos atractivos turísticos. La colección tenía mucho que ver con la historia del arte local, puesto que el naif está considerada una especialidad 100% caribeña. Quizás por eso, muchos expertos consideran que ha desaparecido la memoria artística de todo un pueblo. Georges Nader, director del museo y heredero de su fundador, es consciente de que ya nada volverá a ser como antes, pero tiene claro que lo peor que puede hacer es ahogarse en un mar de lágrimas. «Haremos lo que podamos para salvar una parte importante de nuestra historia», proclama en un mensaje en inglés colgado en la página web de la pinacoteca.

Poco se pudo hacer para evitar que la mayoría de los cuadros quedaran reducidos a mil pedazos. Los severos bandazos del seísmo tumbaron en un abrir y cerrar de ojos el inmueble que acogía el museo, enclavado en el distrito de Desprez. La familia Nader enseguida se temió lo peor. En un primer momento, el padre del director e impulsor del centro artístico -George S. Nader- ni siquiera quiso ver lo ocurrido. «Ve y rescata lo que puedas», le dijo a su hijo. Él lo entendió y obedeció a quien ha dedicado toda su vida a apoyar artistas ahora reconocidos en las mejores galerías del mundo. Con la ayuda de varios lugareños, al menos pudo recuperar alguna que otra pintura.

Lo que ha sobrevivido es una mínima parte de la obra de grandes artistas nacionales como Philomé Obin, Valcin, Hector Hyfolite, Benoit, Wilson Bigaud y Bernard Sejourné. Personajes muy conocidos en el gremio del arte primitivo contemporáneo -aquello que los entendidos llaman naif- y que han expuesto en prestigiosos museos como la Galerie Nationale du Grand Palais en París, el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, la Galería Bunkamura en Tokio o la Oas de Washington.

Su éxito se debe en gran medida a que la galería Nader lleva desde 1958 promocionando el arte haitiano en todo el mundo. Y, pese al desolador panorama de Haití, piensa seguir con esa tarea. El propio director del complejo artístico avanza que «aunque el edificio físico del museo no exista, nuestro amor por el arte haitiano nunca morirá». Tienen una buena base para volver a echar a andar: el material conservado intacto en la pequeña sede que la entidad tenía en otro punto de la ciudad. «La Galerie Nader de Petion-ville milagrosamente no sufrió daños», describe el 'alma mater' del organismo.

Otros museos enclavados en esa popular zona tampoco padecieron los rigores del temblor -véase Marassa o Monnin-. Peor suerte corrió la cercana galería Rainbow, perteneciente a familiares del presidente René Préval.

Una tradición arraigada

Lo cierto es que el arte naif ha convertido a un país pobre de solemnidad como Haití en uno de los referentes culturales del caribe. Si los pintores, escultores y artesanos haitianos han adquirido fama internacional no es sólo por el valor de sus creaciones, sino también porque sus obras reflejan la riqueza cultural de esta parte de la isla que Cristóbal Colón bautizó como La Española. No es extraño que muchas vocaciones de coleccionistas se hayan gestado allí. Por ejemplo, la del visionario Dewitt Peters. Maravillado por la vitalidad y frescura de las pinturas, este joven profesor norteamericano fue el primero en fundar en Puerto Príncipe un centro de arte que ayudara a difundir las obras de los artistas locales. Tuvo buen ojo.

La pintura naif haitiana cuenta ya con un largo recorrido a sus espaldas. Dicen los especialistas que surge en el siglo XIX como una manifestación sincrética de las propuestas francesas y los estilos populares aportados por la cultura africana. Ya en el siglo XX, este estilo comienza a perfilarse como propiamente haitiano, destacando en las pinturas los motivos indígenas y nacionales, con los colores vivos y las escenas costumbristas como seña de identidad.

Tras la catástrofe que ha conmovido al mundo, los principales galeristas del país y gente vinculada al sector de la cultura temen que esta emblemática tradición pictórica quede enterrada bajo los cascotes. Ya dan por hecha la desaparición de algunos artistas. Y ése es un golpe muy duro.