PAN PARA HOY

El Manacorí

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Puede parecer el nombre de un animal protagonista de algún documental de la 2, ¿verdad?; una especie de mamífero placentario trepador, con el pelaje grisáceo, solitario, dotado de un hocico largo para introducirlo en los hormigueros. Nada más lejos, es uno de los cien nombres entre los que se esconde el tenista que se vino abajo y que ahora, quiéralo Borg, vuelve a meter presión en el circuito y amenaza con robarnos las horas de las tardes de los domingos, así sea. He leído muchos artículos que intentaban dar una explicación a la travesía del desierto del manacorí: que si estaba cansado; que si sus padres se habían separado; que si el doping; que si esto; que si lo otro, etc. Yo, que siempre busco detrás de la lógica, porque es donde se esconde a menudo la verdad, creo que puede haber otra explicación. Nadal ha estado fuertemente ligado durante estos últimos años al 'emocional colectivo'; «todos somos Rafa»; «nuestro número uno», son eslóganes que han calado hondo, tanto en el tenista como en el público, los aficionados que llenamos los sofás, torneo tras torneo. Es tan fuerte la identificación con él, que yo he llegado a ver a gente sacándose la goma del calzón sin venir a cuento, o exhibiendo un triste bíceps como muestra de poderío. Nos hemos fundido con Nadal; es como si el de Manacor fuese nuestro 'avatar'. Claro, pero a él también le afecta estar difuminado con la tropa mundana, somos demasiada carga para una espalda por muy fuerte que ésta sea. Conviene recordar que el año 2009 ha sido el año de la crisis, que curiosamente, coincide con su bache en el juego. Efectivamente, me atrevo a decir que Rafa ha vivido, a su manera, un ERE, solidarizándose con la penosa situación general. Sí, amigos, hemos arrastrado a Nadal al pozo del número 2 con nuestras penurias. Entonemos el 'mea culpa' y pongamos cara de bonanza cuando estemos frente al televisor. Pase buen día, o que lo parezca, por lo menos.