ESPAÑA

Una verdad incómoda

La población de Vic apoya que no se empadrone a los 'sin papeles' y rechaza ser tildada de racista

VIC. Actualizado: Guardar
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El alcalde de Vic ha renunciado a continuar con su propuesta de negar el empadronamiento a los inmigrantes irregulares, ante el dictamen negativo de la Abogacía del Estado, pero en esta población catalana de casi 40.000 habitantes el debate sigue en la calle. La ciudadanía, la vicense de toda la vida, apoya el intento fallido del consistorio, si bien nadie quiere quedar como un insolidario y mucho menos como un racista.

El sentir general es: «Estoy de acuerdo con el alcalde y todo el mundo tiene derecho a recibir los servicios básicos». Es decir, sorber y soplar a la vez. En la raíz de esta contradicción está el contrasentido que denuncian CiU y el PP. «No es lógico empadronar a alguien que está de forma irregular en el país».

La polémica se ha cerrado en falso y la ciudad que otrora alardeaba de ser «la capital de la Cataluña catalana» (en contraposición a la españolizada área metropolitana de Barcelona) debe reajustar algunos cabos, ahora que cuenta con un porcentaje de población inmigrante que ronda el 25%. «Hablar de inmigración era tabú hasta ahora», señala Santi Collell, presidente de la asociación de vecinos del barrio del Remei, el mayor de Vic y el que cuenta con más extranjeros, cerca del 40% de sus habitantes. Collell señala que el debate abierto por el alcalde ha sido muy positivo y necesario.

Ferran Olivella, estudiante de Publicidad, comparte al 100% la iniciativa municipal. «Soy universitario, pero desde los 16 años trabajo y lo que me da rabia es que enseguida te acusen de racista o xenófobo. En este caso no hablamos de echar a la gente a las primeras de cambio, no hablamos de eso», dice.

Tairo Cande, de Senegal, lleva diez años en Vic y rechaza la medida. «¿Está haciendo cosas buenas o está generando una guerra que vendrá mañana?», plantea. Hoy por hoy no cree que puedan darse problemas como los que se vivieron en los suburbios parisinos. «De momento, no, porque la gente que no ha nacido aquí no va a provocar los problemas, éstos vendrán con sus hijos. Si yo hubiera nacido en España y se me sigue maltratando e incriminando en mi propio país por ser de un color, le aseguro que reaccionaría», apunta.

Convivencia

Collell, en cambio, cree que en Vic no hay problemas de convivencia interétnica. La directora de un instituto, con el 20% de extranjeros, opina igual. «La convivencia es correcta, pero es cierto que los inmigrantes se juntan entre ellos y los autóctonos, también. La interrelación es difícil», señala. «Pero de ahí a hablar de racismo hay un mundo», apostilla Collell. «Los cuatro concejales de Anglada (Plataforma per Catalunya, partido xenófobo que es la segunda fuerza en el municipio), son una anécdota, la gente cayó en la trampa populista, en las próximas elecciones se verá», dice.

«Yo creo que siempre habrá racismo», dice Estefanía Mendoza, estudiante de Educación infantil en la Universidad de Vic. ¿Del 1 al 10, cuánto racismo hay? «Un ocho», responde. «Ahora se pone la excusa de que quitan los trabajos a los de aquí, pero la culpa es de los empresarios porque contratan a 'sin papeles' para pagarles menos».

El guineano Abdoulay Diallo llegó hace seis años a España en una patera. Hoy no lo haría. «Esto no es el paraíso como creía. Los africanos venimos engañados. Esto no es lo mejor, ni mucho menos, porque una sociedad que separa a la gente no puede ser desarrollada como se cree que es. Mis amigos en Guinea me dicen que quieren venir aquí y yo les digo que no porque llevo seis años en España y no he ganado más que para comer. Que se queden allí porque aquí siempre serán tratados como inmigrantes sin posibilidades de progresar», resume.