
Los invisibles de Torrejón
El Ayuntamiento extiende el control a los 'sin papeles' desde el padrón al comedor social
TORREJÓN DE ARDOZ. Actualizado: GuardarTienen cara, nombre y pasaporte. Pero desde hace 16 meses están fuera de circulación. La política migratoria del Ayuntamiento madrileño de Torrejón de Ardoz ha hecho invisibles a decenas de 'sin papeles'. La norma administrativa que restringe el empadronamiento impide que accedan a los servicios públicos municipales y agranda así su 'vía crucis'. El consistorio vende la medida a bombo y platillo con la justificación de que pretende acabar con los 'pisos patera'.
La promesa estaba incluida en el programa del PP, que en las municipales de 2007 logró la mayoría absoluta en Torrejón. En octubre de 2008, el consistorio de esta población de 116.000 habitantes -25.000 de ellos inmigrantes- aprobó la norma para «mejorar la convivencia» entre los vecinos.
A Sumaila Yakubu, ghanés de 36 años, el nuevo filtro del alcalde Pedro Rollán le dejó más desamparado aún. Llegó a España en patera hace dos años. Traía el pasaporte en una mano y el papel con la dirección de un «amigo» de Torrejón en la otra. Pero una vez en 'Eldorado', el sueño de prosperidad se rompió en mil pedazos. Poco trabajo, mal pagado y ningún papel para tramitar la tarjeta de residencia. Sólo le salva la caridad de las asociaciones benéficas.
Yakubu cumple parte de las exigencias para empadronarse: en su visado no consta la palabra turista; simplemente no tenía. Sin embargo, no puede acreditar el tamaño de su vivienda. El Ayuntamiento exige justificar el parentesco con los inquilinos para darse de alta. En caso contrario, la capacidad máxima de acogida es de una persona por cada 20 metros cuadrados. Es decir, en un piso de 70 metros no pueden vivir más de tres personas. Y cualquier «falsedad u omisión» en la hoja de inscripción se castiga con 900 euros.
Con esta norma, el alcalde quiere acabar con los llamados 'pisos patera', donde se hacinan los extranjeros. Para justificarse, Pedro Rollán denunció la presencia de hasta 20 personas registradas en un mismo domicilio. Un «descontrol» al que había que poner freno, llegó a decir. Pero los implicados no comparten la filosofía del regidor. «Vivimos seis en una casa de 60 metros no por gusto, sino por necesidad», cuenta Michael Oladehinde, nigeriano de 23 años, en paro y 'sin papeles'.
Ramiro no vive en Torrejón, pero tiene una tienda de embutidos en la calle San Alberto. Desde su particular atalaya comparte la norma para el empadronamiento. «La mayoría de los torrejoneros están de acuerdo con la medida. La presencia de muchas personas en los pisos genera ruido y broncas. Además, la factura de la comunidad de vecinos sube», argumenta.
Pero la medida contra los 'sin papeles' va más allá de las 'camas calientes'. La monja Leticia Thomas, responsable de un centro de integración junto a la calle Libertad, atribuye el «cabreo» de los vecinos a la competencia entre lugareños e inmigrantes por el acceso a becas, guardería infantiles o comedores. Y da su razón: «En estos años los servicios sociales no han crecido en la misma proporción que lo ha hecho la inmigración. No ha habido planificación. Y eso se paga».
Víctimas
Y si no que se lo digan al marroquí Khalil Zaid. Este padre de familia tiene tarjeta de residencia, un trabajo con sueldo decente y un piso en propiedad. Además, está empadronado en Torrejón. Hasta ahí todo bien. El único inconveniente es que su casa no es un palacio y el Ayuntamiento exige que renueve cada dos años el padrón de sus dos hijos. Y esta vez le salió rana.
«La funcionaria me ha fastidiado. Si no se registran no podrán ir a la escuela el próximo curso ni acceder a la sanida local», lamenta.
La palabra más repetida por los inmigrantes es precisamente control. La mano del Ayuntamiento llega hasta los comedores sociales. En el de la Asociación Romero del Rosario, en el barrio de San José, lo saben bien. Funciona desde hace cuatro años y daba una media de cien comidas al día. Hasta septiembre. El consistorio impuso entonces la norma de tramitar vales de comida a través Bienestar Social, y para eso hay que estar empadronado. De nuevo control.
«Ahora sólo damos 25 comidas. Los 'sin papeles' tienen miedo a venir, pero la norma de la casa es que frente al hambre, frente a la necesidad, no hay restricciones que valgan», cuenta Amparo, voluntaria de la asociación. Pero esta realidad no existe para la revista municipal del consistorio. Todo lo contrario. En la edición de diciembre exhiben en su portada los logros de la política migratoria. «Sigue descendiendo la llegada de inmigrantes», titulan junto (circunstancialmente) a una gran foto del alcalde escoltado por Esperanza Aguirre y el ministro de Fomento José Blanco.
En 2009, el número de extranjeros empadronados en Torrejón cayó un 50%, al pasar de 5.566 a 2.704. «Estamos cumpliendo», sentencia el alcalde en la revista. Sin embargo, para la monja Leticia Thomas son unos datos «inexactos», ya que aunque hay menos empadronamientos han llegado más 'sin papeles'.
En los talleres de su centro, sin ir más lejos, se ha triplicado la presencia de inmigrantes sin tarjera de residencia. «Y esto es muy sintomático», cuenta. «Al Ayuntamiento no le queda más remedio que recular, porque la dignidad no se puede mide por metro cuadrado», sintetiza.