Sociedad

Cuando ruge el 'chabolo'

Celda 211 y 'Malamadre'. Dos perlas del cine carcelario. Éxitos de taquilla, de crítica y de realidad. Un guardia civil que quedó aislado en pleno motín y un funcionario que ha vivido dos revueltas recuerdan sus horas entre llamas, presos apuñalados y amenazas de muerte

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando va a estallar un motín, lo sabes. Se percibe la tensión. Se nota. Además de que los presos de confianza te lo van diciendo. Pero cuando ves a tu espalda a cientos de internos corriendo, trepando por una cama hasta un butrón en el techo y arrojando colchones ardiendo desde el tejado no te queda otra que retirarte». Jesús, funcionario de prisiones, un 'boqui' para los internos, ha vivido dos revueltas carcelarias en su ya dilatada carrera. Nanclares de Oca, Carabanchel, San Sebastián, Alicante, antigua cárcel Modelo de Valencia... Mucha madera taleguera a sus espaldas. Pero nadie que haya vivido un motín lo olvida. Ni las dos décadas transcurridas desde que Laureano se quedó aislado junto a otros tres guardias civiles en medio de un levantamiento en Carabanchel han borrado el miedo de su mente: «Se me pasó por la cabeza que iba a morir. Nunca había temido por mi vida».

'Celda 211' y los ojos de 'Malamadre' les han devuelto al pasado. Porque la película española del año (rodada en el antiguo penal celular de Zamora) y el líder carcelario brutalmente interpretado por Luis Tosar no sólo arrasan en taquilla y con las 16 nominaciones para los Goya del 14 de febrero. La cinta arrasa también en realismo. Jesús y Laureano saben lo que es mirar de cerca a un 'kie', el mandamás del 'trullo'. Y el funcionario de prisiones y el guardia civil corroboran con sus relatos a V que la película de Daniel Monzón es cruda realidad.

Jesús es uno de los miles de 'gichos' (funcionarios) que trabajan en las 70 cárceles existentes en todo el territorio nacional, atestadas con unos 76.500 reclusos. Más de un millar por centro, lo que es sinónimo de hacinamiento, inseguridad y imposibilidad de control por parte de los funcionarios. Prisiones como las de la Comunitat Valenciana, entre las más sobrepobladas, han aumentado un 20% su número de reclusos en el último año, según el sindicato ACAIP-USO. Y en medio de todo eso, como minas prestas a explotar al mínimo vaivén de un mar embravecido, medio centenar de presos FIES (incluidos en los Ficheros de Internos de Especial Seguimiento), la 'crème de la crème' en conflictividad. Los 'julais', los tíos chungos. Aunque nada comparable con el descontrol de vigilancia en los viejos presidios españoles de la época de la transición. Con gigantescos 'chabolos' (celdas) en los que pernoctaban hasta 300 internos juntos.

Y ahí, un simple chasquido de dedos del 'kie' desata la gresca.

'El Biri-Biri' y 'El Chupi'

No pasaban de las seis de la tarde cuando Jesús estaba en la enfermería de la cárcel alicantina de Benalúa. Corría el año 77, con las prisiones españolas convertidas en polvorines de presos hastiados por sus pésimas condiciones de vida y enfurecidos por que la amnistía a los reclusos políticos no les abriera a ellos las mismas puertas de la libertad. «Habíamos reforzado 15 días atrás la vigilancia en las comidas y las cenas». Pero cuando el 'chabolo' ruge... Y rugió. Centenares de presos, muchos 'empalmados' (armados), treparon a los tejados en minutos tras agujerear como mantequilla el entonces débil techo de la prisión. 'El Tigre' fue el 'Malamadre' de aquel motín. Vicente González Ferrandis, uno de los tres cabecillas de la revuelta. «No dudaban en rajar con pinchos a los reclusos que se negaban a ir al tejado». La ley del más fuerte. Subían hasta los 'cabos', los internos de confianza que ayudaban en el día a día a los funcionarios.

A Jesús y sus compañeros no les quedó otra que picar espuelas y refugiarse en las 'garitas' (oficinas). La cárcel era coto para los presidiarios. Con la prisión convertida en una ratonera, con muros perforados por los que los 'mendas' pasaban de 'chabolo' en 'chabolo'. Liberados de sus celdas con artes como las de 'El Biri-Biri'. Un mago con los cerrojos. «Era capaz de abrir las puertas por dentro con un muelle de la cama». El fuego no tardó en apoderarse del centro. «Caía de todo ardiendo al patio central y lanzaban tejas a los civiles en la calle». La tensión duró hasta la medianoche. Entonces entraron los antidisturbios. «Repartieron lo que no está escrito». Eran otros tiempos. Los amotinados se rindieron. Aunque no sin antes 'chinarse' al bajar del tejado: se cortaban entre ellos en el cuerpo para así poder ser llevados a un hospital y probar suerte con una fuga.

Jesús no tardó ni un año en verse inmerso en otra algarada. Los convulsos 70. El epicentro de la violencia fue en esta ocasión la cuarta galería de la antigua cárcel Modelo de Valencia. Los funcionarios sólo lograron aislar una de las cuatro galerías. 400 presos treparon a la azotea y destrozaron buena parte de la prisión. «Estaban muy violentos». En todo motín, el economato y la enfermería son siempre los primeros objetivos de los reclusos. 'Manduca' (comida), medicamentos con los que drogarse y litronas. «Tomaban 'reinoles' (tranquilizantes) con cerveza ('garimba')y se ponían como motos». Los ajustes de cuentas por drogas y celos entre internos medraron en el caldo de cultivo del caos. 21 internos resultaron heridos en peleas entre ellos. Pero en medio del terror siempre hay héroes. Como 'El Chupi', uno de los presos de confianza de la Modelo. Con medio centro en llamas, dos bombonas de butano amenazaban con estallar al pie de unas escaleras. «El Chupi entró ahí y logró sacarlas. Se jugó la vida».

En los oídos de Laureano aún resuenan los insultos y amenazas de muerte de 180 reclusos desde los tejados de Carabanchel cuando se quedó aislado junto a otros tres guardias civiles en la contención de un motín en 1988. «Estaba a 10 metros de ellos. Me pasaron bloques del tejado rozando. Doblaban las farolas como si fuera chocolate». Los agentes, con subfusiles y armas de guerra que no podían usar. Cosas del reglamento. «¡Cuando salgamos de aquí te vamos a matar!», escuchaba Laureano.

Pura tensión. Como la que retrata a la perfección 'Celda 211'. Los funcionarios alaban su realismo. Aunque con pegas. Califican de «imposible» que el funcionario novato ('Calzones') quede atrapado en el motín al acudir al centro un día antes de empezar su servicio. «Eso nunca se hace. Y menos sin uniforme». Y critican la escena en la que el visceral carcelero interpretado por Antonio Resines apalea a los familiares de los internos a las puertas de la cárcel. «Con ellos siempre tenemos un trato muy humano, porque no tienen culpa de nada».

Funcionarios y guardias coinciden en algo. Cuando el 'chabolo' ruge de verdad, mejor que no te pille dentro. Como sentencia el rotundo 'Malamadre' a 'Calzones': «Pase lo que pase, tú no sales vivo de aquí».