
QUE DIOS LE SALVE
Actualizado: GuardarNo se trata de pedir que Dios salve al rey o a la reina, rogativa cada vez menos frecuente, dado el escaso número de países monárquicos, sino de pedir por el presidente de Norteamérica. Barack Obama ha declarado la guerra a la banca y se ha alineado en las filas de los que no pueden vivir sin ser explotados por ella.
Ha anunciado que le prohibirá las inversiones de alto riesgo, que son las que a ella no le permiten ninguno, y está dispuesto a que los contribuyentes de su país no vuelvan a ser rehenes de los grandes bancos. «Si quieren pelea, la van a tener».
Por supuesto, hay que dar por hecho que el señor presidente sabe dónde se ha metido pero lo que no sabemos es lo que le pueden meter en el cuerpo: más balas que a Kennedy, pero igualmente certeras. El Dinero, con mayúscula, es mucho más temible que el Ku-Klus-Klan. Cuando Obama fue elegido, hace un año larguísimo de días, se temió que el color de su epidermis indujera a acortarlos. Por eso es el hombre mejor escoltado del mundo, pero ahora, después de su reto, tiene un enemigo abstracto que jamás ha perdido una guerra, aunque haya sido derrotado en batallas parciales.
Nada más revelar su plan de operaciones, las Bolsas se han pegado un batacazo y la vida va a peor, incluso en esta lejana provincia del Imperio. El Ibex-35 ha sido severamente castigado, ya que la batalla anunciada de restricciones ha determinado estrategias defensivas. ¿Por qué se ha anunciado? Los militares valoran mucho «el factor sorpresa», pero este desafío está previsto. También es previsible que a Obama le ocurra un desdichado accidente o que sea víctima de uno de esos misteriosos crímenes cuya solución sigue dando juego durante años.